Humo de Calidad

PIENSA-VOLENS denuncia el nuevo intento de la Consejería de Educación de Andalucía de comprar aprobados con incentivos a los profesores. Pulse en la imagen para más información.

Lucía y la ESO (pruebas gráficas)

Aquí, la prueba:

La de arriba es una de las preguntas de Matemáticas incluidas en la Prueba de Diagnóstico para 2º de ESO. Pruebas elaboradas por esa vanguardia educativa llamada AGAEVE.

La sutileza, por lo visto, no es una de las virtudes que adornan a esta camarilla de genios. Puesto que sus dogmas pedagógicos y sus tropecientos indicadores de excelencia no conmueven a la infantería profesoral, han decidido emplear sus energías en persuadir a los infantes de la ESO. Para ello, hacen uso del maniqueísmo y la falacia, confrontando las fuerzas del Bien y el Mal docentes en una sencilla cuestión de gráficas lineales.

Lucía es la supervillana que evalúa los contenidos a partir de las pruebas especificadas para tal fin. Apenas se le dedican dos líneas, tan sucinta y transparente es su maldad.

Marta, en cambio, es el encantador reverso de su némesis. De ella sabemos que «a principio de curso explica a su clase» el método que seguirá para calcular la nota. No consta que Lucifer, quiero decir, Lucía, haga otro tanto. Ella es una fría contable que diagnostica a sus alumnos con la racionalidad  distanciada del Doctor House. Marta, «en cambio» (y qué cambio, señores, qué savoir faire y bonhomía) es tan pródiga que regala dos puntos en un abrir y cerrar de libros.

De dos caracteres tan antagónicos se deducen unas consecuencias igualmente disímiles. El cicatero método de Lucía incrementa el absentismo, mientras que la actitud dadivosa de SuperMarta reduce el número de ausencias.

Poco importa qué método prefiera el estimado lector. La AGAEVE ya piensa por ustedes y por los alumnos, que, en lo sucesivo, y visto el resultado de la gráfica, se sentirán con el derecho de reclamar a la profesora enrollada. Por si no estaba lo suficientemente claro, la pregunta c) establece la relación causa-efecto concebida por el redactor de la prueba. Quod erat demonstrandum.

Conservar los dos puntos será cuestión de portarse bien y hacer los deberes, no importa cómo. Lo que reduce las exigencias a ser buenecito y responsable. El conocimiento no ha de interferir jamás en el montante de la propina.

Lo más notable es el trazo grueso con que se pinta a Lucía. Ella no penaliza las ausencias y parece no tener en consideración la actitud de los alumnos en el aula. Diríase una esfinge imperturbable que sólo eleva juicios negro sobre blanco. Podría, sin duda, trabajar en la UNED.

Los chicos de la AGAEVE tienen claro cuál de estas dos profesoras alcanza el nivel «excelente» y cuál es sólo un espantajo reaccionario. A quienes nos dedicamos a esto nos lo recuerdan cada día en revistas pedagógicas financiadas por la Unta, en Centros de Formación y en innumerables normativas y leyes que aspiran a moldear ciudadanos, es un decir, tan sumisos como ignorantes.

Lo que no acabo de entender es qué relación tiene todo esto con la competencia matemática de los estudiantes.

¿Y usted?

El aprobado político

Centros Buenos-Malos Sevilla

Muchas veces me encuentro en la tesitura de tener que explicar el estado de la enseñanza a conocidos y amigos que no pertenecen al gremio pero que sienten curiosidad (o preocupación, si es el caso que tienen hijos) por lo que a veces se recoge en los medios o se deduce de ciertos testimonios particulares. Hay indicios que, pareciendo mínimos, son reveladores de que la cosa está mal. Y es que ya casi nunca escucho aquel conocido adagio de «qué bien viven los maestros». Ahora, cuando surge el tema, las caras de mis interlocutores oscilan entre la incredulidad y la conmiseración; y a la frase antedicha la sustituye un lacónico rictus de reconocimiento:

– Lo que tenéis que aguantar…

Se refieren a los alumnos, claro. A ese considerable porcentaje de alumnos que ni estudian ni dejan estudiar: indisciplinados, violentos, casi ágrafos.

Cuando el foco ilumina esta zona de la muchachada díscola y analfabeta, me veo obligado a matizar. Chicos así los ha habido siempre. Lo relativamente nuevo es el sistema educativo que sostiene la aporía de que su sitio ha de estar, por fuerza, en unos institutos que antes preparaban para los estudios universitarios y ahora se han convertido en centros de asistencia social.  Centros en los que se dispensa una insulsa papilla igualitaria hecha a la medida de quienes tienen menos interés por los libros y el conocimiento. Centros que perpetúan el engaño de que todos son igualmente capaces y voluntariosos si se les motiva adecuadamente.

Por desgracia, la realidad es muy distinta. Las masas de alumnos que ingresan en secundaria con dificultades para la lectura o el cálculo elemental tienen escasas posibilidades de acabar con éxito el Bachillerato. Lo que sí incuban, en cambio, es la ira y el desacato propios de quien no entiende absolutamente nada. Una furia ciega, que sólo se mitiga cuando, en lugar de enseñarles, se les entretiene.

Lo que no comprenden mis amigos es que los institutos de ahora no se parecen en nada a los institutos en que ellos estudiaron. El Bachillerato se ha reducido a dos cursos. La EGB ha ocupado la zona muerta y se llama ESO. Hasta los 16 años, uno puede ir salvando un curso tras otro aunque no haya abierto un libro en su vida: promoción automática, lo llaman. Y estos alumnos, que necesitarían otro tipo de profesionales tanto como otro tipo de formación, permanecen un mínimo de cuatro años perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a los demás.

La LOGSE, y ahora la LOE, han fracasado en sus utópicos planes de «igualitarismo académico». Han sacrificado la calidad sin conseguir, ni mucho menos, la equidad. Al rebajar los niveles de la enseñanza pública, lo que se obtiene es un sistema segregador y clasista, que deja la posibilidad de una buena formación en manos de quien pueda permitírselo. ¿O es casualidad que tantos políticos, supuestos adalides de lo público, lleven a sus hijos a escuelas privadas?

Claro que no es casualidad. Ellos son los primeros que quieren huir del monstruo al que han dado forma. Saben que la calidad, como la vida, está en otra parte. Y, porque pueden, pagan. ¿Cabe mayor fraude, mayor traición a los principios?

Hablando de los políticos. ¿Qué opción les queda frente a la opinión pública, frente a gente que, como mis amigos, no entienden lo que pasa? Les quedan el maquillaje y la apariencia. Les quedan la propaganda y las estadísticas sesgadas. Les queda, pues, sustituir la Enseñanza por la variante más baja de la política. Les queda la demagogia. Y, como demagogos, han de falsear la realidad con palabras que jamás se corresponden con los hechos. Decir: tenemos centros TIC, tenemos centros bilingües, tenemos una escuela equitativa. Aunque detrás del penúltimo proyecto no haya más que la misma ignorancia institucionalizada.

Como la realidad no se ajusta a sus deseos, y como cada vez es más difícil camuflarla con discursos, ahora se apresuran a dar el último paso. Quieren doblegarla. Reducirla al particular lecho de Procrusto que imaginaron hace más de 30 años. Los clarines de Europa proclaman que ningún país de la Unión debe presentar un balance de más de un 15% de fracaso escolar. Nosotros rondamos el 30%. Hay que ponerse manos a la obra, pero no para analizar los fallos del sistema, sino para convertir milagrosamente el agua en vino. Los suspensos en aprobados.

La última avanzadilla será contra los profesores. En especial, contra los profesores de Instituto. La Primaria queda exenta de responsabilidades. Hay que fiscalizar a quienes pretenden marcar una diferencia entre los niños, a quienes aún no han asumido la utopía igualitaria de que todo el mundo vale para estudiar lo mismo. Y ya están entrando en las evaluaciones y en los claustros. No para analizar las verdaderas causas del naufragio, sino para reprobar al enseñante que suspende mucho. Cumplen órdenes, así de sencillo. Que los alumnos aprendan algo, han venido a decirles, es irrelevante frente al dictado político que obliga a presentar unas cuentas limpias y, ahora sí, «europeas».

Su análisis es sólo una consigna: hay que aumentar el número de aprobados. Que no es lo mismo que decir: hay que aumentar la calidad de la enseñanza. Es la diferencia entre un irracional mandato y un objetivo razonable. Valga como muestra el documento adjunto (vid. supra), en el que el servicio de inspección andaluz establece unos criterios de calidad tan delirantes como arbitrarios. Fruto de esos criterios es la maniquea conclusión del analista: los colegios de Primaria son buenos. Los Institutos de Secundaria son malos. El yin y el yang.

Por increíble que parezca, el servicio de inspección no se hace la pregunta obligada: ¿cómo es posible tan abrupto contraste? ¿Qué es lo que falla en nuestro maravilloso sistema?

Tal es la pregunta de mis amigos. ¿Qué es lo que falla? Y aunque no es fácil resumirlo en una sola palabra, nueve años de experiencia me permiten la arriesgada síntesis:

– ESO.

Inspector Gadget (2011 Remix)

 

En el útimo claustro figuraba un curioso punto en el orden del día:

«Informe estadístico del Inspector sobre los resultados de la Primera Evaluación.»

Alguien ajeno al casposo mundo de la burocracia educativa española podría colegir que tal Informe es fruto de un riguroso y pormenorizado estudio de cuantas variables inciden en los resultados académicos. Incluyendo, sí, la existencia de un numeroso grupo de alumnos que carecen tanto de las habilidades básicas (leer y escribir en correcto español, entender un sencillo texto de diez líneas, manejar la aritmética elemental) como del más mínimo interés por seguir el itinerario forzoso de la Enseñanza Media.

Pero no. Esto es España; y, más concretamente, Andalucía.

Según nos comunicó el Director, la Inspección andaluza ha establecido un baremo por el cual clasifica los Institutos en buenos y malos. Agárrense:

«Buenos» serían, cito textualmente, «aquellos que presentan un 80% o más de alumnos con todas las asignaturas aprobadas en, al menos, la mitad de niveles obligatorios.» Por ejemplo: un 80% de alumnos «limpios» en 1º y 2º de ESO.

«Malos» serían los Institutos que «presentan un 30% o menos de alumnos con todas las asignaturas aprobadas en la mitad de niveles obligatorios». Por ejemplo: sólo un 30% de alumnos «limpios» en 3º y 4º de la ESO.

Este baremo es, claro, completamente absurdo. De seguir su lógica, un Instituto que tuviera un 100% de aprobados en 1º y 2º, pero un 0% de aprobados en 3º y 4º, sería calificado como «bueno».

Como los resultados de la primera evaluación nos sitúan entre los «malos», el Inspector ha sugerido que va a emplearse a fondo… con nosotros. La pregunta inmediata que se nos lanza es: «¿Qué vais a hacer, profes?». Según nos comenta nuestro equipo directivo, el Inspector va a «roer este hueso hasta el final», lo que promete mucha fiesta y pipas de la paz fumadas en alegre compaña.

Pero es que los Inspectores – oh, Musa – no dan clases. Muchos de ellos ni se acuerdan de lo que significa coger una tiza, y su cargo no es consecuencia de un excelente desempeño pedagógico, sino de una oposición que nada tiene que ver con la maestría y la transmisión del conocimiento. Por no conocer, no conocen ni a los alumnos. No conocen a sus profesores. Sus visitas coinciden con períodos de evaluación, y se limitan a la fría recensión estadística de un avinagrado contable. No están para ayudar, sino, en todo caso, para vigilar. Y, quién sabe, tal vez también para castigar.

Como es natural, el claustro se solivianta. Algunas voces irónicas preguntan lo inevitable: «Y él, ¿qué estrategias sugiere que implementemos?»

El Director recita, con escepticismo, la consabida cantinela: «Según dice, hay que motivar a los alumnos, adaptarse a sus intereses, ensayar nuevas metodologías…». Él mismo se ofrece para venir a un claustro y  facilitarnos estrategias de eficacísima implementación.

Le decimos que adelante, que lo invite a nuestro sancta sanctórum y nos ilumine. De paso, podremos devolverle la pregunta: «Y usted, ¿qué va a hacer?» ¿Qué van a hacer sus jefes con los siguientes problemas?:

Convivencia: El año pasado se pusieron en mi centro 1400 partes disciplinarios en Primer Ciclo (1º y 2º de ESO), repartidos entre 100 alumnos. Sólo 90 en Segundo Ciclo (3º y 4º) ¿Le dice esto algo acerca de las dificultades diarias que debemos afrontar?

Promoción Automática: Los alumnos objetores se concentran en 2º de ESO, donde puede darse el caso de una clase en la que un 80% son repetidores de 1º y 2º. Pero, ojo, repetidores «pata negra», de esos que sólo están esperando cumplir la edad reglamentaria para inscribirse en un PCPI.

Comprensividad: Todos hasta los 16 años por el mismo carril. Los que quieren estudiar y los que no. Los que quieren ir a la Universidad y los que preferirían aprender un oficio o, sencillamente, no hacer nada.

Me basta que me responda a cualquiera de las tres preguntas, pues todas son una variante del mismo problema: la LOE.

Sabemos que esto ocurre en todos los Institutos andaluces, y que la labor de acoso al profesor está, aunque no lo parezca, sólo en una fase temprana. Lo bueno viene ahora. Y, ¿por qué? Muy sencillo:

Europa exige un 15% de fracaso escolar en un plazo de cuatro o cinco años. Andalucía duplica esta cifra. Hay, pues, que conseguir aprobados como sea. Por lo civil o por lo penal. Los Inspectores son la infantería que la Administración se propone azuzar contra los claustros, allí donde los porcentajes no coincidan con los deseos del Gran Hermano. Pero tal infantería no va desarmada: sus jefes los han provisto de un arma de destrucción masiva que se llama…. ROC.

Un reglamento que intenta minimizar la importancia del conocimiento, fomenta el control político y consolida una metodología oficial ( es decir: un dogma, una doctrina) basada en los mismos principios que nos han llevado al fracaso.

Si queremos preservar nuestra libertad (no sólo de cátedra) y la de nuestros alumnos, es el momento de pegar un golpe en la mesa. Queda poco tiempo para que la Escuela, como tal, haga mutis por el foro.

Para que el profesor caiga en el olvido en favor de una nueva figura:

El Licenciado Canguro.

Extrema y Dura

Extremadura organiza unos talleres en los que enseña a los jóvenes a masturbarse

Extremadura organiza unos talleres en los que enseña a los jóvenes a masturbarse  (Imagen: Junta de Extremadura)

El placer está en tus manos. (Imagen: Junta de Extremadura)

  • La campaña ‘El placer está en tus manos’ aspira a fomentar «la autoexploración sexual» y el «autodescubrimiento de nuestro placer».
  • La Junta de Extremadura ha invertido 14.000 euros en esta campaña.
  • Los organizadores aseguran que estos talleres de educación sexual servirán para destronar mitos.

Ver noticia aquí.

No hay que dramatizar ni darse al escándalo santurrón. Lo único que quieren nuestros gobernantes es que los jóvenes exploren su cuerpo, toda vez que la prospección en las mentes de los escolares no está dando los resultados apetecidos. Que la efervescente muchachada «autodescubra su propio placer». Así, es bueno gastarse 14.ooo euros en ilustrar a los chicos acerca de las mejores técnicas masturbatorias. Para ellos: Extrema y Dura. Para ellas: Ancha es Castilla.

Lo primero es lo primero, y si uno no está ducho en los dildos de silicona y los vibradores clitoriales puede decirse que ha salido de la Escuela hecho un pollino; y no un pollastre, como sería menester. Para ello se subcontrata un sex shop del castizo Lavapiés madrileño, que, de paso, oye, se promociona en suelo patrio no ya como una mera tienda de gadgets eróticos, sino como abanderado de la Educación Sexual Progresista. Guay.

¿Qué importa, pues, que los niños no sepan cuál es la capital de Italia, si la única bota chula es la de cuero negro que calza la dominatrix? ¿Qué importa, si la Geografía indispensable empieza en el glande y acaba en el cérvix uterino? En la Escuela del Futuro,  la Enseñanza es sustituida por la Educación, aun a pesar de que la tropa oscurantista y beatona ponga el grito en el cielo. Aquí, los únicos gritos merecedores de crédito no son los de quienes denunciamos el absurdo del sistema educativo, sino los que la sabia manipulación exploratoria arranca de un cuerpo vigoroso.

Y si a alguien le parece mal es que es un retrógrado, un reprimido y hasta es posible que un maltratador en ciernes o de facto. Carcundas que no han pegado un buen polvo en su vida y quieren para los demás una ignorancia de idéntica envergadura (con perdón). Pues miren: no. Lo que quiere el Individuo es que dejen ustedes al menos un hueco a la potestad educadora de los padres, que no se empeñen en tutelar hasta nuestros más íntimos espasmos de gozo, que no dilapiden el dinero en iniciativas de este pelaje. Sobre todo, que no me vendan la moto de que este tipo de cosas constituyen un síntoma de la excelencia y el buen hacer de nuestras administraciones educativas.

Uno, que es ateo y cristiano sin temer a la contradicción, sospecha que la moral laica ha venido a reemplazar a la religiosa pertrechada de su misma preceptiva dogmática. Y no puede evitar el repelús al pensar en Consejeros entraditos en años presentando el programa por el que nuestros zagalones se la pelarán más a gusto: el onanismo institucionalizado,con la anuencia de las sonrisas y los sindicatos verticales.

Desde aquí propongo a Jenna Jameson, «Queen of Porn», como Catedrática de Autoconocimiento del Medio Físico y la Tierra Media.

Ella sí que sabe.

La Generación T: Nacidos para pagar.

La Generación T

El tiempo detenido del fin de semana nos sigue dando una buena excusa para el «revival». Si ayer rescatábamos uno de los momentos estelares de nuestra «vice» favorita, hoy recuperamos una de las iniciativas más hermosas que las administraciones públicas han tenido a bien llevar a cabo con el único y loable propósito de robustecer la sabiduría de nuestros muchachos.

Usted, progenitor incauto, quizá crea que le voy a referir una nueva y fantástica metodología para acabar con los problemas de comprensión lectora o de cálculo que ha detectado en su hijo. Nada más lejos que Finisterre. Lo que su hijo debe saber, desde bien pequeñito, es que una entidad superior vela por su bienestar apenas da las primeras voces en la sala de partos. No se trata de Dios (esa reliquia) ni de una energía cósmica que nos mantuviera en contacto con oscuras fuerzas primigenias. Hablamos de la Agencia Tributaria (pinche en el link supra.).

Así es. Los niños de 5º y 6º de Primaria acaso no deban leer según qué cosas, pero lo que han de tener muy clarito son sus obligaciones como contribuyentes. «Nacido para pagar», chicos. Hacienda se encarga de elaborar un texto persuasivo y una pedestre animación gráfica. Sólo resta que en las escuelas se transmita este nuevo evangelio fiscal mientras los zagales cabecean el dogma como talibanillos en una madraza. Merece la pena darse un garbeo por este idílico escenario virtual que se muestra a las criaturas. So pretexto de concienciarlas de sus responsabilidades cívicas, se las señala a hierro con la T tributaria, para que no olviden a quién han de dar gracias por el pasto y el abrevadero. En este mundo de dibujos animados nada se cuestiona, y las respuestas están contenidas en las preguntas como una aleya en el carácter sagrado de su propio verbo. La educación, la sanidad, las pensiones, los espacios verdes, las bibliotecas: en manos de nuestras autoridades todo es tan perfecto y acabado en sí mismo como el Primer Motor Inmóvil. Así da gusto, qué maravilla. Y ni hablar de otro mundo posible: una sociedad sin IVA, por poner un caso, nos conduciría al peor de los círculos dantescos. Que lo sepáis.

No está mal eso de criar una nueva raza de analfabetos funcionales pero, al mismo tiempo, conscientes de a quién deben el mismo aire que respiran. ¿Es así como se forja un espíritu crítico? Qué raro me parece todo esto: alegres inspectores fiscales redactando el temario a los maestros.

Debe de estar en lo cierto el filósofo José Antonio Marina cuando repite y repite que «a un niño ha de educarlo toda la tribu».

Sí, sí. La tribu Taria.

P.S.: El gran George lo enseñaba mejor y más ameno. ¿A que sí?

El poder de la educación y la educación del poder

Lo que ocurre en el video de arriba ya lo habrán visto, con seguridad, muchos de ustedes. Sucedió en marzo de 2008, en los días previos a las elecciones generales. Al Individuo siempre le maravilló que semejante joya del adoctrinamiento no tuviera como consecuencia lógica la dimisión de la vice, quien, por otra parte, no puso reparos en negar la evidencia y asegurar que el cochambroso mitin se había limitado a un rutinario «encuentro» con escolares. No mitin, but meeting, I should say.

Si lo rescatamos año y pico más tarde es para no perder ni un ápice de memoria histórica, ya que estamos. Y para explicar por qué la enseñanza española jamás remontará el vuelo hasta que la sociedad civil despierte del sueño narcótico en el que está sumida. Ahora que se discuten la pertinencia y los intereses ocultos en la propuesta del ministro Gabilondo (véase el post «Patafísica para principiantes«), no está de más recordar este pequeño y simpático episodio de la infamia política.

Desde que los Estados son tales, la educación ha sido un instrumento apetecible para la manipulación colectiva. Modelar la mente de millones de futuros votantes no es plato que el vocacional ingeniero de almas desprecie con ademán desdeñoso. Hay, cómo no, un interés primario por contar con una población capaz de contribuir a los intereses de la comunidad nacional: éste sería el objetivo de un gobierno que sólo quisiera garantizar la formación de sus ciudadanos. Pero, en un segundo nivel, el Estado (no lo olvidemos: un selecto grupo de hombres y mujeres que nos representa a todos) decide que no basta con la garantía, sino que es preciso planificar y gestionar cada uno de los pormenores que competen a dicha instrucción. El extremo de esta postura nos conduce a los sistemas educativos de Hitler y Stalin. En nuestro caso, no tan lesivo, a un sistema anquilosado en el tráfago burocrático, la mediocridad rampante y el extravío pedagógico.

Nuestros políticos no quieren asustarnos con el Gulag ni que echemos la matrícula para las Waffen SS, por descontado. Quieren, sencillamente, que los votemos. En el discurso de la vicepresidenta hay un fondo de plegaria que llamaría a la compasión si no fuera porque se pronuncia en el único lugar que debería estar a salvo de las bajezas políticas: en un aula. Los paladines de la Educación para la Ciudadanía nos dejan muy claro cuál es el tipo de ética que ambicionan enseñar a nuestros hijos. Fíjense, fíjense en las manos de la vice: ahí está, resumida en el lenguaje universal de los gestos, toda la filosofía que podemos esperar de nuestros celosos protectores. Fiel devota de la escuela de Mani, De la Vega alecciona con formidable simplicidad didáctica:

«En una manita, el Bien; en la otra, el Mal. ¿Lo habéis entendido, niños?»

¿A qué asombrarse, pues, de los disparates y paradojas de un ministro metafísico? No se trata de instilar en los alumnos el poder de la educación, sino de hacerlos acólitos de la educación del poder.

Porque no de otra cosa sino de poder se trata.

Felices sueños.