Entrevista para Histéricas Grabaciones

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EL GRUPO

Los sevillanos Nacho Camino y General Invierno publican casi simultáneamente un larga duración Nunca hemos sido modernos (2014) y un EP con 4 temas descartados en la edición del LP, titulado, El Espíritu Nacional (2014).

NACHO CAMINO Y EL GENERAL INVIERNO
El Espíritu Nacional (2014)

Canciones preciosistas y evocadoras, de corte elegante, su música se estiliza en la fusión del Pop de autor con el Rock, añadiendo un toque Folk, que le conceden un aire ciertamente melancólico y nostálgico.

Nacho Camino y su banda nos describen en sus canciones paisajes de extrañas situaciones cotidianas de la vida que pasa a nuestro lado, sin que a veces nos fijemos en detalle. Ellos si lo hace, y de forma honesta nos los trasmiten, de esa manera en la que de nuevo, las canciones vuelven a ser importantes, por encima del posturismo mediático de la música actual. No pretenden ser modernos pero la modernidad a veces te reclama y te pone en boga, es el espíritu nacional.

LA ENTREVISTA

¿Por qué el nombre de Nacho Camino y el General Invierno?

La primera parte del nombre tiene una fácil explicación: alude al responsable de las canciones, para bien o para mal. La segunda parte destaca la imprescindible colaboración del resto de integrantes. Una de las mejores canciones de nuestro primer álbum es una sátira de la Unión Soviética contada desde la perspectiva de un músico, así que el nombre es pertinente, por irónico. Un segundo grado de ironía lo constituye el hecho de que el grupo resida en Sevilla, ciudad donde el invierno carece de galones.

Tu música parece tener gran influencia del Pop y del Rock, pero en la que pueden encontrarse guiños a otros estilos como sonidos Folk, canción de autor, e incluso Jazz… ¿Qué ha motivado este sonido en Nacho Camino y el General Invierno? ¿Cuáles son o han sido vuestras influencias más directas a la hora de hacer música?

Desde los Beatles, el pop es proclive a parasitar otros estilos, así que resulta hasta cierto punto lógico que se perciban todos esos ecos que mencionas. Supongo que la principal motivación es evitar el aburrimiento. Nada más embarazoso para mí que repetir una y otra vez los mismos esquemas, los mismos giros, las mismas estructuras. El tedio es mortal, como ya supo George Sanders. Pero se trata más de una cuestión de temperamento que de una decisión premeditada.

En cuanto a influencias directas, no se me ocurre ninguna en particular. Soy profesor de Música, lo que me obliga a conocer, de manera más o menos profunda, todos los estilos. Bach, Beatles, Brel, Beach Boys, Baker… Y eso si sólo hablamos de los que empiezan por B.

Tu último disco es el EP El Espíritu Nacional (2014), un disco con 4 canciones de aire melancólico, algo  evocador y nostálgico. Temas preciosistas donde se cuidan tanto las melodías, como las letras de las canciones. Hablas de temas reflexivos, de extrañas relaciones personales y donde se describen paisajes y situaciones cotidianas ¿Qué puedes decirnos al respecto? ¿En qué te inspiras para hacer las canciones?

En primer lugar, he de decir que me sorprende, y también me agrada, que hayas elegido el EP como eje de esta entrevista, teniendo en cuenta que ha salido a la luz casi a la par que nuestro primer largo  («Nunca hemos sido modernos», 2014). Eso significa que has ido un poco más allá que el resto de bloggers. «El Espíritu Nacional» está formado por las cuatro canciones que se quedaron fuera del disco, no tanto porque no lo merecieran como por el hecho de que su encaje resultaba un tanto conflictivo. Artísticamente conflictivo, se entiende. En realidad, creo que en el EP se reúnen las piezas más satíricas, como la del chico al que su novia abandona por un sindicalista charlatán («Todos tendréis primavera»). También está «John Wayne», una canción exageradamente romántica, pese a lo que el título pudiera prometer.

Tengo serios problemas con la inspiración, de la que desconfío como de una bicha inmunda. Sólo escribo un tema cuando las voces dentro de mi cabeza me empujan a ello. «Vamos, hazlo…», dicen. Yo les replico que ya hay suficientes canciones en el mundo, que no es necesario contribuir a este ruido insoportable. Pero son más fuertes que yo.

¿Por qué has titulado El Espíritu Nacional a este  último disco? ¿Puedes contarnos alguna anécdota durante la grabación del disco?

La gente de una cierta edad sabe perfectamente qué era la FEN (Formación del Espíritu Nacional). Mi tesis es que esa asignatura, lejos de haber desaparecido, se ha ramificado en diecisiete taifas. Existe una fiebre provinciana por exaltar los valores del terruño que me resulta, aparte de cateta, completamente repulsiva. Como en la mayoría de canciones de «Nunca hemos sido modernos» y de este EP, los problemas colectivos conviven con las historias individuales, de tal modo que los protagonistas, aunque se aman, están condenados a enfrentarse en razón de sus orejeras identitarias.

La grabación fue excelente en todos los sentidos. Trabajar con Jordi Gil, aparte de sus virtudes técnicas y de su sensibilidad artística, es sinónimo de tranquilidad. La única anécdota que recuerdo es que en las vitrinas de los estudios Sputnik hay un Grammy de verdad, y que, para mi sorpresa, es extraordinariamente pequeño.

¿Qué expectativas has puesto en El Espíritu Nacional? ¿Dónde quieres llegar con este nuevo trabajo? Si yo quisiera una copia de tu disco ¿cómo podría hacerme con ella?

Las expectativas están puestas, antes que en el EP, en el largo. Hemos autoeditado ambos discos. De «Nunca hemos sido modernos» se han lanzado 1000 copias, mientras que de «El Espíritu Nacional» hemos hecho una tirada corta en formatos poco frecuentes, como el carey o el nácar. La autoría de este diseño corresponde al gran Manuel Muñoz. Se pueden adquirir en nuestros conciertos, aunque esperamos poder distribuirlos por correo cuando, a no mucho tardar, estrenemos el dominio nachocamino.com. Actualmente, se pueden descargar en nuestro bandcamp por un módico precio.

En cualquier caso, no pensamos hacernos millonarios, sino sólo merecedores de la letra C.

NACHO CAMINO Y EL GENERAL INVIERNO
Nunca hemos sido modernos (2014)

¿Cuáles son los planes de Nacho Camino y el General Invierno para lo queda de 2014? Suponemos que girar el nuevo disco por salas y festivales, ¿pero algo que podías adelantarnos? ¿Eventos importantes?

Los festivales me parecen algo francamente desagradable. Son a la música como el botellón a la cata de espirituosos. Sólo existe algo más corrosivo: los concursos municipales de jóvenes talentos. Nosotros necesitamos un público más próximo al del teatro. Gente receptiva al drama. Silenciosa. En la penumbra.

¿Creéis que el mundo digital va a acabar con el mundo de la música tal y como lo conocemos hoy? ¿Cuál es el futuro del músico?

Va a acabar con la industria musical, no con la música. Sobre ese futuro, no tengo la más remota idea. A mi edad se empieza a mirar más el presente. No obstante, el futuro del músico es inseparable del público futuro. Y «La Voz» sigue teniendo grandes índices de audiencia….

Viendo el panorama del fin de semana en cada ciudad, con una grandísima oferta de conciertos, ¿es cierto que parece que hay una nueva era dorada de los directos?

Es posible. Lo que faltaría, en tal caso, es una gran era dorada de las salas.

¿Cuál ha sido tu mejor momento/recuerdo en la música?

El día en que comprendí el círculo de quintas.

¿Cómo es un día normal en la vida de un miembro de Nacho Camino y el General Invierno?

Como el de cualquier ciudadano medio: algo absolutamente fuera de lo común.

¿Tienes alguna opinión de la actual situación económica y social de España y del mundo en general, que quieras compartir con nosotros?

Claro que tengo opinión. Vivimos en una sociedad felizmente opinante, que tiene de la opinión el más alto de los conceptos. Contertulios, blogueros, tuiteros, youtubers…. Lo extraordinario, a día de hoy, es que alguien carezca de opinión. E incluso más extravagante es el individuo que la mastica en silencio, hasta elaborar un argumentario. Ese pertenece a una especie única.

Como yo soy un tipo corriente, también tengo la mía. ¿España? ¿El mundo, en general?

Invierno.

Histéricas Grabaciones

Entrevista para Alta Fidelidad

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No hay año que finalice que no encontremos una- o más de una- formación de Sevilla que despunte.  Este año todas las papeletas las tiene quien nos visita a tomar el test de las 5, Nacho Camino, compositor, vocalista y alma mater de Nacho Camino y el General Invierno, que completan Fran Pedrosa (Pinocho Detective), Manolo Martínez (Souther Arts Society y Los Gañafotes), Pedro Ortega (ProyectoeLe) y a la violinista Rosa Rodríguez. Con la producción de Jordi Gil han completado su disco de debut, titulado Nunca hemos sido modernos. Veamos…

Lugar y fecha de nacimiento: Oviedo, junio del 72.

Dirección actual de ensayo, corte y confección: Sevilla, en el Local 20 de los Corralones del Pelícano.

¿Qué serías de no haberte dedicado a la música? Corrector de galeradas.

Una marca de cerveza: ¿He dicho que vivo en Sevilla? Cruzcampo.

¿Qué grupo o disco es inevitable que tengas siempre en el ‘walkman’?

Nada es inevitable, excepto la muerte. Hace tiempo que abandoné las mitomanías. Y el “walkman”.

¿Ha habido alguna actuación en la que te hayas podido sentir incómodo o fuera de lugar?

No, pero todo llega.

¿En qué país os gustaría tocar que no hayáis actuado ya?

Es broma, ¿no?

Tres palabras que describan vuestro disco:

Tesis. Antítesis. Síntesis.

¿Hay alguien con quien- desde el punto de vista musical- te hayan comparado que jamás hubieses imaginado?

Gabinete Caligari.

“Nunca hemos sido modernos” se titula vuestro disco. En consecuencia, ¿hay algún aro por el que te hayas negado a pasar?

Cuando uno pasa de los cuarenta, va entrando cada vez por menos aros. Es una cuestión física.

Hay mucha referencias cinematográficas en el disco. Una película con la que te sientas totalmente identificado:

El resplandor.

(….silencio helador, tragamos saliva…)

Algún artista que ya no esté con nosotros o grupo disuelto que hubieras deseado haber visto en directo:

Me hubiese gustado asistir al estreno de  La consagración de la Primavera. Sobre todo, para comprobar si yo habría sido de los que aplaudían como locos o de los que pedían a gritos la cabeza de Stravinsky.

En otro orden de cosas, Golpes Bajos.

Esta es fácil: ¿Devolvías las cintas al vídeo-club rebobinadas o no?

Solía no devolverlas. Por pereza, que no por malicia. Tuve tantos carnés como videoclubes había en Oviedo.

La música para vosotros es: A) una forma de vida. B) una herramienta. C) un juego. (Vale respuesta múltiple u otras)

Parafraseando a Bill Shankly: “La música no es una cuestión de vida o muerte. Es algo mucho más serio.”

Confiesa un “One Hit Wonder” que sea tu debilidad:

Pass the Dutchie, de Musical Youth.

Esa formación/solista en activo de/l la que pienses…”así de dignamente me gustaría envejecer”:

Nunca he pensado tal cosa.

¿En dónde te sueles inspirar más para componer: en tus propias experiencias, en lo que ves a tu alrededor o en historias imaginarias?

En cualquier artefacto de ficción, incluyendo los periódicos y las noticias de los telediarios.

Algo que hayas lamentado hacer/no haber hecho en tu carrera, o algo que ya sepas que seguramente lamentarás:

¿Carrera? ¿Qué carrera?

Ese disco que escuchaste y que pudo ser decisivo para que te dedicaras a la música:

Dos. El Sgt. Pepper’s L y un disco de obras para clave de J.S. Bach, interpretadas por Karl Richter.

Un momento especial que te haya dado la música, que no sea un concierto propio:

Una vez que escuché  Suzanne al lado de la persona adecuada.

Alta fidelidad

Entrevista para El Rasgador

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Parte de la letra de Political Incorrectness: las hembras ya no quieren como antes. ¡que gran razón! Antes era más difícil llevártelas al huerto pero la que caía luego se quedaba, incondicionalmente, hoy en día no aguantan nada (Broma). En la sociedad en la que vivimos, ¿Está de moda ser políticamente incorrecto?

Esa letra es de Luis Alberto de Cuenca, quien, además de un extraordinario filólogo y poeta, fue letrista de la Orquesta Mondragóny Secretario de Estado con Aznar. No se me ocurre nada más políticamente incorrecto. No sé si está de moda, pero, si así fuera, eso eliminaría automáticamente todo indicio de incorrección. Piénsese en el “punk“, que ahora es poco más que una corbata vistosa de Vivienne Westwood.

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Foto de Yolanda Camino

Otro tema de letra genuina y admirable con acompañamiento melódico ideal es Lo vuestro es imposible. Me enamoró la primera vez que lo escuché ¿costó mucho componerla? ¿Has conseguido alguna vez algo que te pareciera imposible?

Gracias. No mucho, porque la historia la tenía al alcance de la mano. Y en cuanto a la melodía, mi pretensión original era sonar tan grave como Stephen Merritt, del que acababa de escuchar sus “69 love songs“. Con el tiempo, subimos el tono de la canción y emergí de las profundidades. Sé muy bien que la mayoría de retos son imposibles para mí. Por lo tanto, prefiero concentrarme en ese pequeño porcentaje de cosas a las que puedo aspirar, armado, eso sí, de muchísima paciencia.

Percibo muchas referencias literarias a lo largo del disco ¿Han sido influyentes para ti a la hora de componer? Balzac, Beauvoir…

Y muchas más. Pero en una canción pop sólo son una buena influencia si se las despoja, en lo posible, de literatura.

¿A qué se dedica Nacho Camino cuando no está creando temas o componiendo?

A enseñar música a adolescentes. Como es lógico, después de un esfuerzo semejante, sólo me quedan energías para ver películas en el portátil o tomarme una cerveza en el barrio de El Arenal con la maravillosa Rose.

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Foto de Rafael Moreno Tena

Eres de Sevilla, ¿Cómo ves el panorama musical por allí? ¿algún grupo emergente que te haya llamado la atención?

Soy de Oviedo, en realidad, aunque llevo trece años en Sevilla. El panorama, visto desde cierta distancia, parece atractivo. Grupos que tocan bien y hacen buenos discos. Productores excelentes. Pero a medida que uno se acerca comprueba que lo único auténtico del paisaje son los individuos talentosos que lo habitan. Todo lo demás es un escenario de cartón piedra, donde los grupos se exhiben a cambio de nada ante un público inexistente. Esto obliga a que los músicos se enrolen hasta en cuatro o cinco bandas al mismo tiempo, para ver si así hay manera de sacarle partido al oficio. Llega un momento en que público y grupos son un todo indiscernible, que, en función del concierto, se disgrega para ocupar uno u otro lado del escenario. Con contadas excepciones, de gente como nosotros se espera que toquemos gratis, quizá porque nunca dejamos de ser “emergentes”, “independientes” o cualquier otra etiqueta zarrapastrosa que quieran asignarnos. Por lo demás, yo siempre he sido fan de Pinocho Detective.

Volviendo al disco quiero destacar la variedad instrumental que exhibe el disco ¿Qué tiempo tardó la producción del disco? ¿Dónde grabasteis?

Cinco meses, desde el primer día hasta la mezcla final. Pero, en realidad, hubo muchas interrupciones, por causas de fuerza mayor. Quizá no fueran más de dos o tres semanas en total, ya no me acuerdo. Grabamos en los estudios Sputnik de Jordi Gil: garantía de trabajo bien hecho.

El Rasgador

Crítica de NHSM en 8 pistas

8 pistas

Poética melancolía que nos mira de reojo desde su peldaño solitario y altivo, a la vez que sueña con multitud de abrazos y miradas furtivas apasionadas y cómplices.

Si tuviera que definir la música de Nacho Camino sería algo así. Una realidad desfigurada, que se entremezcla con los sueños de un niño pequeño que ha tenido que crecer rápido al ver la desconsolada soledad que le rodea. Un animalillo herido que sigue adelante bajo la eterna bandera de la belleza espiritual, creyéndose poseedor de un don por muchos conocidos pero que pocos llegan a entender.

El señor Nacho Camino llegó a mí una fría tarde de invierno, cuando lo vimos telonear por primera vez a Zico en la Sala Cero Teatro. De eso puede que hayan pasado ya un par de años. He de reconocer que me engancharon con sus cuentos narrados en forma de piezas musicales. Recuerdo haberme dejado llevar por las teclas del piano mientras miraba absorto como se movía el arco por las cuerdas del violín de la señorita Rosa Rodríguez.

Desde entonces no he tenido, a mi pesar, noticias de ellos hasta que hace unos meses presentaban para mi sorpresa y regocijo un largo y un EP casi simultáneamente. El EP de 4 canciones titulado El espíritu nacional, según podía leer en una entrevista, eran los temas que por cuestiones estéticamente musicales no habían podido entrar en el largo, aunque dicho sea de paso, el tema “Nosotros” si que se incluye en Nunca hemos sido modernos, que es como se llama su LP.

Faltó tiempo para que me pusiera a escuchar ansioso sus nuevas composiciones. Y es que si algo me caracteriza es que comparto completamente la filosofía musical de Nacho Camino: “En cuanto a influencias directas, no se me ocurre ninguna en particular. Bach, Beatles, Brel, Beach Boys, Baker… Y eso si sólo hablamos de los que empiezan por B”.

En este escrito, por acotar un poco las posibles ramificaciones subjetivas, vamos a centrarnos en su largo, aunque recomiendo encarecidamente que si os gusta lo que leéis y os animáis a escucharlo o adquirirlo, os hagáis también con El Espíritu Nacional, ya que es el complemento perfecto a su obra. En mi humilde opinión son los 4 temas más clásicos en cuanto a ritmos pop. Donde no se investiga tanto y se deja pasar a la sensibilidad de unas letras más profundas y a la vez más juguetonas con las temáticas, centradas eso sí en la visión personal e introspectiva del amor y la pareja.

Pero centrémonos en Nunca hemos sido modernos. Lo primero es advertir que “Political Incorrectness”, tema que abre el disco, no es ni mucho menos lo que os vais a encontrar en el resto de temas. En contra de lo que estamos acostumbrados, este disco es todo un ejercicio en contra del tedio, la languidez y la monotonía. Un ensayo sobre la versatilidad de lo que creemos estipulado. Por tanto, lo que os vais a encontrar es pop, cierto y verdad, pero un pop que se difumina entre viñetas de Heinz Edelmann o la banda sonora española (si existiera) de películas como Mind Games de Maasaki Yuasa.

Hay temas que te harán mover la cabeza mientras entrecierras los ojos soñando con parques infinitos y columpios que se elevan hacia el cielo como “Las muchachas sin corazón”, y en otros te encontrarás agarrándote el corazón fuertemente mientras las sombras del pasillo se mueven sigilosamente y tu única salida es cantar a voz en grito ese estribillo que se te ha metido hasta el fondo de tu cerebro: “Nosotros”.

A estas alturas ya estas vendido. Has llegado al punto de no retorno, ese en el que te sientes tentado a darle al repeat en cada canción. Pero te relajas, te sorprendes, te alegras por habernos hecho caso y sigues escuchando porque “Nunca hemos sido modernos” viene sutil, cargado de significado y con unos timbales de fondo que harán que “repiquen tus huesos”.

Pero como ya intentamos explicar al inicio de este escrito, el disco es un reflejo de un alma que lucha por escabullirse del tedio y se sumerge en la belleza literaria y musical que le rodea, lo que desgraciadamente no la libera de lidiar con la crudeza del día a día. Sin embargo, en lugar de luchar contra ella, la asimila, la interioriza y es capaz de sacarte un tema como “Rose”, personal como pocos.

Cualquier ensayo que se precie debe vanagloriarse de tocar los máximos palos posibles sin perder el sentido de la obra. Es quizás este otro de los puntos fuertes del disco, que de repente nos encontremos con temas corales como “Yo que he servido a la Reina de Inglaterra”, con mensaje bajo la superficie.

En cierto punto, me da pena que las palabras pierdan su significado cuando su uso masivo las despoja de toda intención, y es lo que ha ocurrido con la palabra indie. Pero temas como “Éramos tan felices” podrían entrar fácilmente en la definición primigenia de pop indie. Para ser desvergonzadamente plagiado a la española en “La revolución francesa”. Una caricatura de sí mismos que se esconde bajo un manto de magistral instrumentación. Fruto de la unión de musicazos como Fran Pedrosa a la  guitarras y coros, Pedro Ortega al bajo y coros y Manuel Martínez en la batería y coros.

Un espejo que mira atrás a la vez que refleja sin miramientos la imagen más fiel a ti es “Teresa”, el corte con el que se termina el disco. Una amalgama de sonidos cuidados con mimo, puestos en su sitio con medida exactitud para crear algo único, visceral y a la vez universal. Un coro de voces e instrumentos que bajo el paraguas del violín y la superposición crean una atmósfera que curiosamente cubre todo pero que a la vez deja un sentimiento de soledad palpable y sincera.

Delicada poesía trasnochada, de cigarrillo y cristal mojado, tiernamente cubierta con una dulce melodía musical que difumina la realidad para que por un ratito todo parezca  algo más bello.

Dr Charles

Crítica de NHSM en Revista Distopía

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Nacho Camino y General Invierno nos presentan su nuevo trabajo, Nunca hemos sido modernos, un disco que aúna sonidos clásicos con las últimas tendencias del pop.

Si interpretamos la música como una actitud ante la vida, Nunca hemos sido modernos es una auténtica declaración de intenciones. Su espíritu, su filosofía y su intrahistoria así lo demuestran. El resultado es una lista de canciones que tratan de reivindicar el principio ético del autor: construir desde los clásicos para plantarle cara al todo vale que ignora los referentes.

Evidentemente, trabajos como este no surgen de la nada. Hace tres años Nacho Camino, compositor, vocalista y alma mater del grupo, comenzó a trabajar en sus propias canciones. El empuje de Fran Pedrosa (Pinocho Detective) le animó a trasladar a formato banda los temas, cuyas maquetas habían logrado ya ser finalistas del concurso de Radio 3 Contempopranea. Para esta empresa, reclutaron al batería Manolo Martínez (Souther Arts Society y Los Gañafotes), al bajista Pedro Ortega (ProyectoeLe) y a la violinista Rosa Rodríguez, que completan el quinteto de Nacho Camino y General Invierno. Poco a poco, los conciertos empezaron a salir y las maquetas a tener recorrido, con actuaciones en diferentes salas sevillanas.

A todo este bagaje le han dado ahora forma de disco (a la espera de sello discográfico) de la mano del productor Jordi Gil. “Jordi es afín a nuestro mundo musical y un verdadero audiófilo”, nos cuenta Nacho Camino, que nos explica lo difícil que es hacer una buena canción. “Sonar bien se identifica ahora con sonar fuerte, pero para tener un gran tema deben confluir muchos factores y evitarse tópicos: hay que llevar las canciones preparadas, tener un gran entendimiento musical con quienes compartes estudio, fluir la magia… es un proceso azaroso”.

No es tan explícito Nacho cuando habla de sus influencias musicales. Salen nombres tan dispares como Lou Reed, Bach o los Beach Boys, pero deja claro que, pese a la formación clásica y a la variedad, es difícil decir de qué hilos tira. Lo que sí está claro es que la música tiene un lugar preeminente sobre las letras: “En el 70% de las canciones se ha hecho la música antes que la letra, ajustándose estas a la música”.

Pero pese a lo dicho por el autor, las letras tienen una gran importancia en el disco. Densas y trabajadas, tratan de evitar los temas propios del pop para abrir nuevas vías. Así, los asuntos políticos y sociales se mezclan con lo personal, uniendo el plano individual y colectivo. Se crean historias particulares extrapolables a lo general, alternándose lo poético con una fina vena satírico-humorística. Indudablemente, son algo más que un mero acompañamiento de la música. Temas como “Nosotros”, sátira de la Unión Soviética contada a través de la experiencia personal de un músico, acaban marcando un tono distópico donde música y letra confluyen para expresar las ideas y la personalidad del autor.

Pero el disco no queda ahí. La conexión del grupo con el cine clásico, las correspondencias con Boadella, los guiños a Rabal, las voces de Sartre, la letra de Luis Alberto de Cuenca (“Political Incorrectness”) y un sinfín más de detalles acaban por labrar una obra de artesanía donde el artista y su grupo han plasmado su posición ante el mundo. Una posición basada en el compromiso, la dedicación y la admiración de los clásicos. La consecuencia, un disco comprometido donde arte y música es un binomio imposible de separar.

Francisco Huesa (Revista Distopía)

El malentendido

Sofistas

José Antonio Marina aprovecha hoy la tribuna que le concede El Mundo para explicarse. Bien está, porque en su nuevo artículo el filósofo se muestra más sosegado y no tan proclive a los maximalismos de baratillo.

No obstante, la suavidad en las formas no alcanza a disimular las asperezas de un fondo que apenas se sugiere, prudentemente oculto bajo una capa de referencias internacionales de postín. Veamos qué matiza el profesor Marina, y qué, pese a todo, continúa generando razonables dudas sobre la bondad de sus propósitos.

  1. En primer lugar, el autor lamenta haber sido malinterpretado. Hasta llega a admitir que, quizá, la culpa sea suya.

[…] el debate sobre estos temas es necesario, pero me entristece que se hayan basado en malentendidos o en información fragmentada, porque pueden dar al traste con una posibilidad que me parece hermosa. Es posible que haya tenido yo la culpa.

Suponemos que alguien de su talla intelectual se habrá percatado de la ironía analógica. Hasta es posible que haya aprendido algo sobre la inmediatez, la fragmentación, la superficialidad y otros inconvenientes aparejados a la sobreexposición mediática. Algo parecido, profesor, es lo que sucede en la enseñanza española. La escuela, desde hace años, ha perdido la pausa del discurso para dejarse llevar por la espectacularidad del eslogan. La reflexión ha sucumbido ante el brillo de la seducción publicitaria, y la importancia de la palabra justa se ha visto relegada por un utilitarismo que pretende reducir las fuentes del conocimiento a un manual de supervivencia y los análisis razonados al simpático gorjeo de un tuit.

  1. La primera matización está dedicada a la carrera docente. Marina dice ahora que no se trata de instalar en las aulas una versión colegial del Gran Hermano, sino de apostar por una carrera en la que se reconozca el mérito y haya cabida para el «desarrollo personal y laboral». Esto lo firmaría cualquiera, y, de hecho, es una demanda clásica de las asociaciones de profesores. Algo muy diferente de lo que propone en este vídeo (1´44´´)

Despidos

En su tribuna de El Mundo, Marina añade que habría que atraer a los «mejores», propósito loable. Lo extraño es que no haga un aparte para señalar las ridículas exigencias de la carrera de Magisterio, de donde salen los maestros de Primaria que habrán de abordar las etapas más decisivas del aprendizaje. No es nada nuevo, porque la LOGSE ya se ocupó de contribuir a esta indiferenciación académica, metiendo en el mismo saco a maestros y profesores de instituto.

  1. Marina dice, además, que los profesores no quieren ser evaluados, lo cual es falso. De hecho, si la inspección se lo propone, no tienen más remedio que someterse a examen. Lo que ocurre es que la gran mayoría pone en duda que los criterios de evaluación sean los idóneos para valorar cuánto y cómo aprenden sus alumnos. Un modo objetivo de saber esto sería estableciendo periódicas pruebas de nivel con diferentes grados de incidencia en la trayectoria escolar del estudiante. Pero Marina ya ha dicho que no le gustan las reválidas. No sé qué dirá la lógica de esto, pero parece difícil juzgar el rendimiento de los docentes sin evaluar, del modo más objetivo posible, los resultados de los discentes.

Marina apunta a algo tan clásico como la evolución de las notas. Si el niño pasa de 1 a 4, hay mejoría. Claro que sí. Y tanta más habrá si de las calificaciones del profesor depende una parte sustanciosa del salario. La idea del portfolio es, asimismo, muy bonita, pero insuficiente en un sistema en que los cursillos sobre competencias emocionales ganan por goleada a los de didáctica específica. En cuanto a la opinión de los alumnos, parece un argumento débil, sobre todo cuando el sistema ya se ha encargado de instilar el mantra de que la educación ha de ser fácil y divertida como un capítulo de Los Simpson: cabe suponer que, en ciertos contextos, la figura del profesor exigente perezca frente a los colegas apruebalotodo. Sobre la idea de reclutar profesores «de élite» para los centros muy conflictivos, sólo diré una cosa: lo propio de un humanista sería plantear, de principio, el modo de frenar la proliferación de esta clase de institutos.

  1. El filósofo vuelve a despreciar la influencia que una ley puede tener en la evolución del sistema educativo. Si las reglas son absurdas, el juego es inviable incluso para los más dotados. De hecho, las reglas parecen redactadas para infligir daño. Imaginen un piloto excelente al que, por algún motivo, se le obligara a salir desde la última posición de la parrilla de salida. No un día, sino todos los días. ¿Podríamos reprocharle que no ganara? Sin duda, no. Pues una situación semejante es la que tienen que vivir miles de profesores constreñidos por una normativa surrealista y un concepto de la enseñanza cada vez más inspirado en los vínculos clientelares y la estabulación obligatoria. Que entre ellos existan malos ejemplos no anula esta evidencia, sino que la confirma: esas mismas leyes son las que han deteriorado el proceso de selección y hasta el paradigma de lo que ha de ser un profesor competente.

Marina, por su parte, es partidario de extender la obligatoriedad hasta los dieciocho. En cambio, no se ha pronunciado en favor de prolongar un Bachillerato que a día de hoy está completamente destruido.

  1. Por tanto, podemos afirmar que la corriente filosófica que mejor domina Don José Antonio es la sofística, ese arte de modular las palabras en función de los interlocutores. Reformas que no atacan el centro del problema, pero sí a quienes deben lidiar con él cada mañana.

Entre los que, por desgracia para nuestros alumnos, no se cuenta el señor Marina.

¿Para qué sirve un artrópodo?

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Ayer hablábamos de las propuestas del filósofo Marina para convertir el desastroso sistema educativo español en un paradigma de excelencia y alto rendimiento. Propuestas que navegan entre el wishful thinking y la toma de partido por las novedades más publicitadas en el mercado pedagógico.

Marina dice ser un ferviente defensor de los profesores, cosa que no ha de dudarse, puesto que él mismo era uno de ellos hasta el momento de conseguir su excedencia. Sin embargo, detecta precisamente en sus colegas la causa última por la que el sistema falla. En cada entrevista, en cada aparición televisiva, el catedrático repite hasta el hartazgo que una ley no sirve para cambiar las cosas, y que el meollo del asunto está en la calidad de quienes imparten clase. ¿Cómo no estar de acuerdo? ¿Verdad?

El problema es saber qué entiende Marina por calidad docente. A lo mejor su concepto del buen magisterio no concuerda con el mío, lo cual no importa mucho, porque yo no soy nadie. Pero, ¿coincidirá su dictamen con el de Rodríguez Adrados, por citar a otro eminente pensador contemporáneo? Temo que no, y que ni tan siquiera coincidan en el diagnóstico de los males que asuelan la enseñanza española. Y es que Adrados cree – como yo, modestamente, también creo – que la ley, si acaso no sirve para mejorar nada, sí es, en cambio, una herramienta poderosísima con que dinamitar todo el edificio magistral. Que es exactamente lo que ocurrió cuando la LOGSE entró en escena, quizá por las mismas fechas en que el Dr. Marina egresó de su cátedra de Secundaria. Digo quizá, porque su entrada en Wikipedia no especifica el año de tan venturoso lance.

A mí me hace sospechar el que Marina acuda a ejemplos como el de la alumna negra que no podía hablar de los artrópodos porque su vida era un infierno. Puestos a referir anécdotas apócrifas, me gusta más la de la madre, también negra (todo sucede en la Norteamérica afro, por lo que parece) que le espetó a un profesor excesivamente comprehensivo: «A mi hija le enseña usted lo mismo que al blanco. Ni más ni menos.» También me inquieta que Don José Antonio se apunte a la moda de lo útil, por cuanto que todo aquello con pocos visos de aplicación inmediata o sin ventajas laborales debidamente catalogadas habrá de ser purgado de los planes de estudio. Viniendo de un filósofo, esto asusta.

Lo peor de todo es que estas ideas van calando en el resto de la sociedad, hasta crear una especie de psicosis colectiva. Hoy, en el diario El Mundo, uno puede leer esto:

 En España ocurre como en EEUU: deciden ser profesores los alumnos más ramplones, a falta de otra ocupación mejor.

Las negritas, con perdón, no son mías. Esta sentencia la firma una tal Olga Sanmartín, quien, sin duda, estará muy contenta de pertenecer a un gremio lleno de luminarias.

Una vez más, el chivo expiatorio está dispuesto para el sacrificio. Da igual que en el cuerpo haya ingenieros, arquitectos o musicólogos. O que, en otros tiempos, hayan desempeñado esta vapuleada profesión gente como Machado, Gerardo Diego, Labordeta, Blecua, Luis Landero o los mismísimos Marina y Rodríguez Adrados. Ningún otro cuerpo de profesionales genera ya tantas sospechas como el de los profesores. Especialmente, los de Secundaria, quienes, curiosamente, y tras una licenciatura, han de pasar procesos selectivos más exigentes que los reservados a sus colegas de Primaria. Si estos no saben lo suficiente, aquellos no saben cómo enseñarlo, se nos dice. No saben enseñarlo, claro está, al modo que prescriben Marina y toda una nueva pléyade de charlatanes TED.

Lo que Marina parece ignorar es que la rebaja de nivel en los procesos de admisión corre en paralelo a la turbamulta de «expertos» que aconsejan relegar el conocimiento académico a un segundo plano, en beneficio de una serie de teorías que, coartada neurocognitiva por delante, no son más que un refrito de doctrinas sesenteras con fuerte olor a incienso. Y el mensaje no sólo cala, sino que empapa. Y los padres, los alumnos, los gurús televisivos, todos suplican que la academia entretenga a sus hijos, que los divierta hasta morir, sin percatarse de que ninguna escuela podrá hacer sombra, con sus mismas armas, a la sociedad del espectáculo. Los profesores, ciudadanos al fin, también han empezado a creérselo, hasta el punto de que cada vez serán los menos quienes piensen como Adrados. O como yo mismo, sin ir más lejos.

La escuela, ese reducto en otro tiempo impermeable a la moda, a lo contingente, a los particularismos, a la facilidad o la inmediatez de la vida cotidiana, ha elegido el camino contrario. Abrir puertas y ventanas, sí, pero sólo para oír las voces que procurarán su destrucción.

Agua, Marina

crecepelo

El filósofo Marina dice que, en cinco años, este mediocre sistema educativo que padecemos puede convertirse en uno de alto rendimiento. Eso significaría reducir las tasas de abandono escolar, incrementar la excelencia, subir puestos en PISA y «ayudar a los alumnos a adquirir las destrezas necesarias para integrarse en la sociedad del siglo XXI», signifique tal cosa lo que signifique.

Añade Marina que tan loables objetivos no se alcanzan mediante una ley. Sin embargo, el autor de la iniciativa Objetivo 5A apela a un ministro de educación, cuya tarea fundamental consiste precisamente en legislar. Incluso aunque los problemas se redujeran a la gestión administrativa, es lógico suponer que las soluciones serían también competencia del ministerio: bien para favorecer los cambios que predica Marina, bien para relajar el asfixiante y ridículo control burocrático a que están siendo sometidos los centros. Sobre todo, los de secundaria.

Más estupefaciente resulta que el catedrático de Bachillerato pida homogeneidad educativa en todas las comunidades de España y, al mismo tiempo, no vea imprescindible cumplir las leyes que se aprueban en la cámara parlamentaria. Justificando la negativa de algunos territorios a desarrollar la LOMCE – ley al menos tan catastrófica como sus predecesoras – se abre la puerta a que incluso los cambios propuestos por el propio Marina constituyan apenas una sugerencia que los distintos caudillos de taifas puedan admitir o rechazar a capricho.

Las soluciones de Marina, más allá de las apelaciones insistentes a la «tribu», se centran en los procesos de evaluación y en la formación de equipos directivos y docentes. Evaluación de procesos, pero nunca de resultados, a la manera del viejo progresismo logsiano. Las reválidas no le parecen pertinentes, claro está. Mejor evaluar a los profesores, faltos de la formación pedagógica necesaria. Lástima que Marina no especifique qué tipo de formación es esa, ni quiénes serán los más indicados para impartirla, aunque la mención a Sir Ken Robinson me haga temer que las cosas irán por el terreno de lo emocore y lo competencial.

Para alguien que no se cansa de señalar su condición de catedrático de Bachillerato – esa antigualla meritocrática, debidamente extirpada del sistema – resulta curioso hacer escrupulosos distingos entre sociedad del conocimiento y sociedad del aprendizaje. Como si uno fuera posible sin el otro. Quizá es que la palabra «conocimiento» establece una relación jerárquica poco adaptada a los tiempos, o que el aprendizaje perenne, nunca definido en un ámbito particular, es la mejor manera de sostener a toda una casta de formadores, coaches y vendedores de crecepelo que enarbolan – ellos sí, orgullosos – el carácter «científico» de sus teorías.

Sin embargo, Marina dice conocer a cientos de profesores maravillosos, y también equipos directivos de fábula. Me pregunto dónde habrán recibido la formación necesaria para llegar a tan brillantes desempeños. Como también me pregunto cuándo alguien se va a dar cuenta de que Primaria y Secundaria son dos mundos distintos para los cuales se requieren distintas competencias profesionales. Que los maestros no sepan Matemáticas es mucho más grave, señor Marina, que lo que usted afirma de los profesores en relación con el informe TALIS. Pues la orientación pedagógica puede ser varia, pero el conocimiento de la aritmética y la geometría es uno.

En fin, otra propuesta tibia, una más, que no menciona la posibilidad de recuperar un Bachillerato merecedor de tal nombre, que desdeña las pruebas de nivel (hasta hoy, el mejor modo de evaluar un sistema) y que, por si fuera poco, ni siquiera le pregunta al ministro:

– Oye, Íñigo, ¿a vosotros qué os pasa con la Filosofía?