Sindicalia (VI)

Miércoles, 2 de noviembre de 2011

Hoy sustituimos las visitas por algo, si cabe, más apasionante. Una reunión de la Junta de Personal. O, para ser exactos cual burócrata quisquilloso: una SESIÓN DEL PLENO ORDINARIO DE LA JUNTA DE PERSONAL DOCENTE DE CENTROS NO UNIVERSITARIOS DE SEVILLA, que es como reza en el acta. Ya saben ustedes que, en lo tocante a reuniones, el número de palabrotas que las anuncian es directamente proporcional al tedio prometido. Y a fe mía que casi nunca defraudan.

Allí que nos juntamos todos los representates de la Junta, en el coqueto Salón de Actos de la Delegación Provincial (SAD: las siglas no mienten). Aunque justo es decir que juntar, lo que se dice juntar, no más de lo preciso; cada facción acotando, recelosa, su idiosincrática parcela de butacas.

Se leyó el acta anterior, que no fue del gusto de todos. El representante de USTEA solicitó se eliminara el adjetivo «intenso» que describía el debate de la última sesión, por considerar que se trataba de un jucio preñado de no poca subjetividad y que no hacía al caso. De modo que se convino en extirpar el caprichoso epíteto, no fuera a ser que tanta «intensidad» pudiera sacudirnos la modorra.

Lo más sustancioso del acta hacía referencia a la reunión de los representantes sindicales con el Delegado de Educación. Por lo que se ve, en tan memorable cita se trató el asunto del polémico e intragable Programa de Calidad, programa que el Delegado confesó no haber leído. Es lógico: un Delegado de Educación no tiene por qué leerse los planes y proyectos que se expenden desde la Consejería. Un Delegado como Dios manda delega la lectura a sus subordinados, faltaría más, pues mucho es el trabajo que acarrean el pitanzismo y la inauguración-de-este-pantano. Pedimos, con fervor de fieles, que constara en acta el celo profesional de nuestro guía, con el fin de que a las generaciones venideras no se les hurte el relato de sus ímprobos esfuerzos y dedicación infatigable.

También se habló de ratios desbordadas – ahora que es época de lluvias y anegamientos – en los IES Virgen del Castillo, Caura y, ¿lo adivinan?, Las Aguas (donde la situación ha de ser dramática, presumo). Se mencionó, asimismo, la poca transparencia de las Comisiones de Baremación. ¿O era su falta de rigor? No, no, definitivamente se denunció su manifiesta arbitrariedad.

Concluimos que era necesario levantar acta de las reuniones con el Delegado, lo cual que está muy bien si nos va a regalar perlas tan ensangrentadas como la de opinar sobre aquello que, siendo de su competencia, olímpicamente ignora. Incluso hubo algún guasón que requirió se tomara nota de su verbo incontinente, pues se ve que nuestro prócer es un tanto juramentón y blasfemillo. Dios lo perdone.

El resto se lo ahorro, porque imagino que a estas alturas de la narración estarán ustedes reclamando un tantico de sosiego.

Ah, sí, una cosa más: se eligieron dos representantes por sindicato para la Comisión Provincial de la Convivencia. Con una condición: que titular y suplente fueran de distinto sexo.

Así que elegimos a Francisco y a Ángel, pues que de distintos sexos fueron engendrados.

Pudimos ir en paz.

Miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mientras Begoña y Ángel fatigaban otras selvas claustrales, Francisco y yo peinamos la zona del Polígono Norte. Empezamos por el Inmaculada Vieira, que es instituto afín a la cosa [p]iensante y donde uno sólo tiene amigos y hasta más que amigos. De hecho, el Vieira es uno de esos raros y envidiables institutos en los que el claustro en pleno transmite una sensación de indoblegable optimismo. Allí sigue, con destino definitivo,  su más discreto representante. Quizá lo recuerden:

Después del Vieira, todo es necesariamente más difícil. Francisco, que es novicio en estas lides, se asombra de la frialdad con que se nos recibe en el Azahar o en el Llanes. Yo le digo que esa es la norma, y que tal vez los sindicatos se lo han ganado a pulso. Asumida la verdad, Francisco contraataca en cada sala de profesores:

– PIENSA-VOLENS, el único sindicato sin subvenciones.

En la puerta del Llanes, por cierto, hay un azulejo curioso. En él están grabadas estas palabras (cito de memoria):

No volveré a hablar en clase

No hablaré en volver a clase

Hablaré en clase no volver

No volveré a clase

Lo cual que es un frontispicio curioso para un centro de enseñanza, aparte de una simpática vindicación del absentismo y una loesiana muestra de poesía automática.

Cerramos la jornada en el IES Macarena, donde nuestra mercancía es recibida con indisimulado entusiasmo por una amable profesora:

– Ah, PIENSA, estos me gustan a mí – dice, mientras demanda más trípticos y pegatinas.

Explica su vehemencia al resto de los presentes:

– Al menos dicen lo que piensan, no como los otros, que se dedican a lanzar consignas.

En ese «al menos», ay, está el quid de la cuestión.

Respuesta de D. Manuel Hernández Iglesias (Responsable de Educación del Consejo de Dirección de UPyD)

Por su interés, reproducimos en una nueva entrada la respuesta de D. Manuel Hernández Iglesias a nuestro comentario del programa educativo de UPyD para las elecciones de 2011. Quiero agradecer al sr. Hernández la la celeridad y extensión de su respuesta, ejemplo de lo que debe ser un debate argumentado entre partidos políticos y sociedad civil.

Como responsable de Educación del UPyD agradezco el interés del autor en el programa educativo de UPyD. El artículo tiene una parte descriptiva y otra valorativa.

Empezando por la primera. En efecto el programa es más breve y menos prolijo en algunos aspectos que el de 2008. Ello se debe al deseo de los coordinadores del programa electoral de hacer un programa lo más sintético posible y al deseo de centrarse en las propuestas, sin incluir análisis de la situación ni de sus causas, ni explicaciones de sus fundamento teórico. El capítulo de educación, lógicamente, se ha adaptado a esas normas de estilo.

Por otra parte, entre la redacción del programa de 2008 y el de 2011 tuvo lugar un acontecimiento importante, que fue la celebración del I Congreso del partido, en el que se aprobó una resolución política de cuatro capítulos, uno de los cuales era «Educación y ciudadanía». Obviamente, el programa electoral tiene que atenerse a lo aprobado en el Congreso. De hecho, como la resolución era extensa, el programa es una versión más sintética de (por lo dicho más arriba) las propuestas contenidas en ella.

En cuanto al análisis, me centraré en las conclusiones. Pienso que las conclusiones no se siguen de los datos. En particular, pienso que la tesis de que ha habido un giro hacia posiciones «logsistas» no se sostiene en absoluto. Menos aún el cambio radical que sugiere el título de la entrada.

1. No se reintroduce la comprensividad. Por el contrario, se habla de dos itinerarios en secundaria, una FP y un Bachillerato, y se propone que el itinerario profesional pueda comenzarse a los 14 años. Por lo tanto, aunque obligatoria hasta los 16, solo sería comprensiva hasta los 13.
2. No creo que el mero hecho de hablar de competencias (p.e. de comprensión lectora) sea caer en ningún pedagogismo vacuo. De hecho, PISA lo hace y es un buen instrumento de evaluación de los sistemas educativos. Y en el programa no solo se habla de competencias, sino también de contenidos.
3. La promoción automática no aparece en el programa por ninguna parte. Es una clara sobreinterpretación del texto del programa
4. Sí se dice que es preferible la diversificación como alternativa a la comprensividad que solo deja como alternativas la promoción sin la formación necesaria o la repetición de curso. Algo que encaja perfectamente con la existencia de dos itinerarios básicos mencionada en el punto 1.
5. No sé a qué se refiere con la desaparición de la Universidad del horizonte laboral de las enseñanzas medias. En el 2008 tampoco se proponía ningún tipo de «pasarela» entre los profesores de EEMM y la Universidad. Se decía, y se mantiene en 2011, la reforma del sistema de selección del profesorado universitario para reducir la endogamia, algo que sí aumentaría la posibilidad de los profesores de EEMM de acceder a la Universidad en condiciones de mayor igualdad de oportunidades.
6. No veo por ninguna parte discriminaciones positivas, ni de sexo ni multiculturales. Que hay usos lingüísticos discriminatorios es una obviedad y que no son deseables en el contexto educativo también. Que en nombre de eso se hayan dicho todo tipo de extravagancias no es razón para tirar el niño con el agua sucia, salvo que uno se haya dejado contagiar por el miedo a las palabras de los ideólogos de la LOGSE. Tampoco me parece que atender las necesidades singulares de los inmigrantes, por ejemplo creando grupos para los que tengan un nivel de formación que no corresponda a su edad (en lugar de aplicarles la comprensividad a ultranza) o clases de español para los que no dominen el idioma implique que se haya abrazado filosofía multiculturalista alguna. Que no se especifiquen esas necesidades se debe a la voluntad de no introducir un catálogo de esas posibles necesidades.

Hay otras cuestiones que no se mencionan en las conclusiones pero merecen comentario:

7. La coeducación. En efecto, somos partidarios de que todos los centros sostenidos con fondos públicos sean mixtos. Al igual que estamos en contra de que se financien centros que segreguen según la raza o cualquier otra condición. No veo que eso signifique giro logsiano alguno. Más bien creo que encaja en la mentalidad propia de una «izquierda liberal e ilustrada» que se menciona en la entrada que comento.
8. En efecto, no se menciona quién va a evaluar la consecución de los objetivos de los centros. En un programa no se puede poner todo, aunque parece razonable pensar que es algo que compete a la inspección educativa.
9. En cuanto a que la idea, que se califica de «curiosa», de una “planificación del aprendizaje basada en el trabajo global del alumno y no solo en las horas lectivas», no es, contra lo que se conjetura en el comentario, producto de que ningún «psicopeda» haya metido ninguna mano. Se trata de aplicar en el diseño del Curriculum educativo en Primaria y Secundaria los criterios del Espacio Europeo de Educación Superior. La idea, muy sintetizada, es, a mi juicio, más que curiosa, una obviedad, y es que debe tenerse en cuenta no solo las horas que el alumno debe permanecer en el aula en cada materia, sino el tiempo que debe dedicar a su estudio fuera de clase.
10. En efecto, no se especifica qué asignaturas habría que quitar, solo que habría que reducir su número, especialmente (añado yo ahora) en los primeros cursos de la ESO. Un programa electoral no debe llegar al nivel de detalle propio de un Decreto Ley. Por otra parte, no se trata en principio de «eliminar» nada que «sobre», sino de agrupar los contenidos en menos asignaturas.

En resumen, considero que la interpretación que se hace de las diferencias entre el programa de 2008 y 2011 como un abandono por parte de UPyD de su propuesta de reforma a fondo del sistema no están justificadas.
Gracias de nuevo por su interés en nuestras propuestas y un cordial saludo.

Manuel Hernández Iglesias
Responsable de Educación del Consejo de Dirección de UPyD

Donde dije digo… (el auténtico programa de UPyD)

Pedro y Toni Soria, eventuales comentaristas de este blog me advierten de que el programa de UPyD comentado en una entrada previa no se corresponde con el de este año, sino con el de 2008. Les agradezco la advertencia y entono el mea culpa.

Dicho esto, paso a resumir el programa de 2011, por si hubiera diferencias significativas con el de tres años atrás.

Para empezar, echamos de menos el diagnóstico recogido en el antiguo programa. Quizá se deba a un cambio en el estilo literario, que ahora desdeña la explicación morosa en beneficio de un listado numérico de propuestas.

COINCIDENCIAS

Se sigue exigiendo el «reconocimiento por ley del derecho a la escolarización en la lengua oficial de elección» y la recuperación por parte del Estado de las competencias educativas (p.169). Igual que en el programa anterior, se solicita un Pacto de Estado, bajo la premisa de que los profesores son «los verdaderos expertos en materia educativa.» (p.168). La atribución de autoridad pública al profesorado se sigue reclamando en el punto 182. También el desarrollo de una Ley de Financiación (p. 171) y la competencia leal entre pública y concertada con eliminación de centros-gueto (p.180),

En el nuevo programa, el Bachillerato prometido ya no es «considerablemente más largo», sino sólo «más largo», sin mayor concreción (175).

DESAPARICIONES

Desaparece el punto 7 del anterior programa, referido al laicismo, cosa llamativa en un partido como el que nos ocupa:

7 – Creemos que la educación laica garantiza el respeto a todas las creencias compatibles con la democracia y la tolerancia. En esta línea, apoyamos la asignatura de la Educación para la Ciudadanía (cuyos contenidos deberán ser consensuados dentro del Pacto de Estado por la Educación) y reivindicamos una escuela en cuyo seno no se imparta ninguna religión ni existan signos religiosos. Esta reivindicación es hoy en día, frente al auge de fundamentalismos religiosos, más urgente que nunca. Es ilógico educar en la igualdad entre sexos, y pagar a un profesor para que explique a los hijos de los musulmanes que la mujer es inferior. Es absurdo educar en la solidaridad y en lo bueno que es hacerse donante de órganos, y pagar a un profesor para que explique a los hijos de los testigos de Jehová que las donaciones de órganos son inmorales. Es disparatado educar en el respeto a la diferencia, y pagar a un profesor para que explique a los hijos de los católicos que la homosexualidad es una tara. En cualquier caso, la educación religiosa que pueda impartirse en centros públicos, de acuerdo con lo que pueda prever el Pacto de Estado por la Educación, se desarrollará fuera del horario escolar y no sería evaluable.

La nueva redacción habría que buscarla en el punto 177:

177 – Reconocimiento del alumno como el sujeto del derecho a la educación, cuya formación integral como ciudadano autónomo debe ser objetivo último del sistema educativo. Currículum que inculque las virtudes democráticas, sea respetuoso con todos los sistemas de creencias compatibles con la democracia y excluya el adoctrinamiento ideológico, identitario o religioso.

Se cae también el punto 8 sobre supervisión de textos escolares con el fin de que se ajusten a los principios de la Constitución y al plan de estudios.

También se elimina cualquier referencia al punto 10:

10 – Eliminación de la promoción automática –paso de curso sin aprobar un número debido de asignaturas- y revalorización normativa del esfuerzo, la disciplina y el respeto mutuo, en tanto que indispensables para la eficacia del sistema educativo y el aprendizaje práctico de valores cívicos. Pasar a un alumno de curso con más de dos asignaturas suspensas es, sencillamente, engañarlo, además de un menosprecio del saber y la disciplina.

La recuperación del cuerpo de Catedráticos se borra, así como la mención a la movilidad laboral entre institutos y universidades. Tampoco se hace referencia a un aspecto muy interesante recogido en el anterior programa, como era que la formación pedagógica de los profesores debía correr a cargo, primordialmente, de las mismas universidades.

NOVEDADES

En el tono políticamente correcto de este nuevo programa, el punto 170 propone un «Impulso de la Dimensión Europea de la Educación«, así, todo muy mayúsculo y perifrástico: «formación en valores, actitudes y competencias ligadas a la ciudadanía europea».

El 174 menciona la Primaria, cosa que no hacía el anterior texto, y que debe «revisarse con profundidad y rigor.» Eso es todo.

El 176 reclama que se reduzcan asignaturas, lo cual que estaría muy bien si se explicitara las que sobran. Luego dice algo curioso: «planificación del aprendizaje basada en el trabajo global del alumno y no solo en las horas lectivas.» Aquí ha debido meter mano algún psicopeda.

El 178 ya dice que las pruebas externas defendidas en el anterior programa «deben basarse en contenidos y competencias mínimos». Da la sensación de que serán pruebas diagnósticas como las que se llevan ahora. Me temo que con UPyD las inútiles competencias básicas también gozan de predicamento.

El 181 habla de «profesionalización de los centros», basada en el cumplimiento de objetivos y la transparencia de resultados. La duda es saber quién va a medir la consecución de tales objetivos. Devuelve asimismo competencias al Claustro y promete reducir sus obligaciones burocráticas con la contratación de personal administrativo.

El 184 habla de dotar a los centros de los apoyos profesionales necesarios para los alumnos con «necesidades educativas especiales».

El 185 entona el estribillo de la «coeducación» y, ojo, el «currículum que favorezca la igualdad de la mujer y el uso de un lenguaje contrario a la discriminación.» Aquí ha metido mano el ingeniero social.

El 187 habla de atender las «necesidades singulares de los inmigrantes», lo que, dicho así, es como no decir nada.

CONCLUSIÓN

Algo ha cambiado en estos tres años. En 2008 parecía que el paradigma logisano se había superado en beneficio de una Escuela exigente, con institutos orientados a la Universidad y una FP modernizada. En 2011 se introducen resabios de la pedagogía anterior, como la comprensividad, las competencias, la promoción automática y los programas de diversificación. En 2008 se abogaba por una formación y una movilidad ligada a las universidades. En 2011 se dice que los procesos de selección deben ser más exigentes, aun cuando la palabra Universidad desparece del horizonte laboral de las enseñanzas medias. En 2008 el tono y el espíritu del texto era el de una izquierda liberal e ilustrada que ponía en primer lugar la igualdad ante la ley. En 2011 se introducen innecesarias discriminaciones positivas: de género y multiculturales.

En suma, el discurso parece pensado para satisfacer a las dos partes del litigio escolar: la de quienes abogan por un cambio profundo y la de quienes ambicionan mantener las estructuras básicas del (ruinoso) edificio. Mal asunto.

Y mucho peor, me temo, si algún día UPyD tiene posibilidades reales de gobernar.

Donde dije digo…..

Aquí, los dos programas:

2008

2011

Liberalismo y enseñanza

Soy funcionario público en un sistema hiperburocratizado y con una marcada impronta colectivista. Al mismo tiempo, soy un individuo de ideas liberales, que no cree en el Estado como planificador central. El reproche que podría hacérseme, tan obvio como infundado, consistiría en señalar la contradicción y sugerirme mi egreso de la enseñanza pública para inmediatamente pedir asilo en el sector privado. Digo que carecería de fundamento porque nada hay más liberal que intentar procurarse los mejores trabajos que el mercado ofrezca. Y la fuerte intervención estatal en este campo ha determinado que sea el sector público el que proporcione mejores sueldos y condiciones laborales. Siendo así, tengo la conciencia muy tranquila.

De hecho, defender ideas liberales en la enseñanza es asunto espinoso y poco popular entre los compañeros del gremio, por una sencilla razón: de implantarse tales ideas ocurriría que nuestra envidiable posición de funcionarios comenzaría a cuestionarse. Esto no significa que hubieran de suprimirse unilateralmente los derechos adquiridos, pues otro principio liberal es el de respetar los contratos que se establecen entre las partes. Pero es cierto que las futuras generaciones de docentes se embarcarían en una aventura bien distinta, como es la de la libre competencia.

Por si queda alguna duda, no se niega aquí la legitimidad del puesto bien ganado en oposiciones libres (cuando han sido enteramente libres). Lo que se trata de argumentar es que ese puesto no tendría por qué estar asignado a una plaza específica de modo vitalicio. Dicho de otro modo, entraríamos en el juego de la oferta y la demanda al que están acostumbrados otros profesionales.

Pero, ¿es realmente posible un sistema educativo que responda a estos principios? ¿Qué es un sistema educativo liberal, en realidad?

Hay una respuesta clara para la primera pregunta: Sí, es posible. En cuanto a la segunda, sucede que la interpretación de lo que habría de ser un sistema liberal no es unívoca.

Pese a los recelos que inspira en una sociedad acostumbrada a la tutela del Estado, es indudable que las reformas que se demandan desde los grupos más críticos con el sistema vigente comparten con el liberalismo un ethos común:

[…] una escuela que proporcione una buena formación cultural y sirva como instrumento de promoción social, requiere en primer lugar un ambiente académico donde rijan unas normas de disciplina que deba asimilar el alumno y que se basen en el respeto al profesor y en el deber de estudiar. Sólo el respeto a estas normas garantiza el derecho a la educación del que quiere aprender.

La supresión de la disciplina, de los exámenes y de cualquier forma de selección de los alumnos en función de su rendimiento escolar explica el fracaso de la escuela pública tras las sucesivas reformas socialistas. La izquierda, al allanar el camino hacia los títulos académicos mediante la supresión de cualquier forma de exigencia, los ha despojado de cualquier valor y, por tanto, ha quitado a los chicos sin recursos que sólo tienen la escuela como instrumento de movilidad cualquier posibilidad de destacar y prosperar.

Las citas anteriores, que acaso podrían firmar la mayoría de los asiduos a este blog, están escritas por Álvaro Vermoet: un liberal. Promoción social, disciplina, derecho a la educación, exigencia, respeto y deber de estudiar. Palabras que la LOGSE y su secuela han desustanciado en aras de un igualitarismo a la baja. Y lo han hecho, precisamente, por ser fieles a su propio ideario colectivista, en el que no importa tanto la libertad (y la selección que inevitablemente comporta) como la «redistribución del conocimiento».

Dicho esto, y como se ha señalado en un análisis reciente, el colectivismo no es propiedad exclusiva de la izquierda, sino de todos aquellos partidos que aspiran a mantener las exageradas atribuciones del Estado moderno. Un vistazo a los programas de los cuatro partidos con mejores perspectivas de voto sirve para darse cuenta de que a ninguno se le pasa por la cabeza desprenderse de un mecanismo de control tan poderoso como es el de la educación. Algunos, ciertamente, tratan de incorporar parte de los principios expuestos más arriba, pero sin contemplar la opción de que la sociedad civil pueda adquirir mayor protagonismo en su desarrollo.

Los profesores nos quejamos, con razón, de la mala gestión de los recursos. Si, por ejemplo, un plan determina que todos los institutos tendrán pizarras digitales, esas pizarras se instalarán aun a pesar de que una mayoría del claustro no quiera o no sepa manejarlas. Si la partida presupuestaria refleja que hay que instalar un ascensor se hará a expensas de otras necesidades más perentorias, como puedan ser reparar el techo o ampliar el número de aulas. Del mismo modo, y por motivos que jamás se llegan a conocer, ciertos institutos gozan de las mayores comodidades mientras que otros son invariablemente postergados. Nada de esto es sorprendente, pues una característica de la planificación central (ya sea estatal o autonómica) es la deficiente, y en muchos casos arbitraria, asignación de recursos. Hoy mismo, un sindicato ha hecho pública una encuesta en la que el 93% de los enseñantes considera que el mantenimiento de los ordenadores asignados a los centros es «casi inexistente». Teniendo en cuenta que se han repartido hasta la fecha más de 400.000 ultraportátiles entre el alumnado andaluz, el asunto es grave. Asimismo, es de maravillar que toda esa infraestructura, tan proclive a la obsolescencia, se haya creado mucho antes de que existan materiales didácticos suficientes y la voluntad necesaria para usarlos.

Como no podía ser de otra manera, los recursos humanos también se distribuyen de forma ineficiente. El precio a pagar por la condición vitalicia de funcionario es la inmovilidad laboral. Los pocos institutos que se salvan del naufragio suelen estar atestados de profesores al borde de la jubilación, pues sólo el acúmulo de años de servicio faculta para intentar el salto a ese reducido grupo de centros. Para cualquier profesor es indispensable practicar la virtud del estoicismo, ya que, sea cual sea su ambiente de trabajo, la única salida consiste en fiarlo todo al tiempo y a la cosecha burocrática de puntos. Y todavía peor: la misma arbitrariedad que observamos en la asignación de recursos materiales se da en lo que respecta a los humanos. Conocidas son las, así llamadas, comisiones de servicio, por las que un profesor X puede sortear los susodichos obstáculos legales y acceder temporalmente a una plaza que no es la suya.

Si somos sinceros, resulta embarazosa hasta la rotación misma de las jefaturas, que, en aras de una democracia interna mal entendida, puede llegar a recaer – rotando, rotando – en ese compañero o aquella colega que no dan un palo al agua y acostumbran a llegar tarde a su puesto de trabajo. Por no hablar de los «liberados de la tiza» que se atrincheran en la vida muelle de los CEPs o en los sindicraufors de clase. Sindicatos que, por cierto, son rehenes de las ayudas millonarias que el Estado les dispensa, lo que los incapacita para mantener una postura independiente.

El afán igualador y colectivista es el polvo que ha traído estos lodos, como la pretensión de crear un Cuerpo Único a partir de titulaciones de muy distinta categoría. O la creación de una línea pedagógica oficial que obliga a la uniformidad monolítica del magisterio. ¿Nadie ha pensado en lo deprimente que resulta la compilación anual de programaciones indiscernibles y repletas de indicadores en los que sólo unos pocos iluminados creen? ¿A nadie le parece extraño que en un país de cuarenta y pico millones de habitantes prevalezca un modo único de enseñar y de recibir esas enseñanzas? ¿Alguien cree que la polémica entre, pongamos por caso, comprehensivos y contenidistas va a desaparecer algún día por convencimiento de la parte contraria? Es poco probable. Y eso ocurre porque, por fortuna, no hay un solo modo de entender las cosas, y menos en un ámbito tan escurridizo como el del aprendizaje. La trifulca entre unos y otros tiene lugar porque, dependiendo de quien maneje los hilos políticos, se da prioridad a esta o aquella moda pedagógica. En un sistema liberal el modo de enseñar carecería de importancia frente al valor intrínseco de los aprendizajes; es decir, mientras se pudiera demostrar de un modo objetivo que el proceso ha dado los frutos apetecidos.

Por estas y otras muchas razones, soy escéptico en lo que toca al futuro de la enseñanza pública as we know it. Vermoet abunda en el problema:

Como el liberalismo no cree en la fatal arrogancia que supone una planificación estatal de las necesidades humanas, cede a la sociedad la respuesta a sus propias demandas y rechaza el monopolio de los servicios públicos. La izquierda ha aprovechado su defensa de una economía intervenida, de la existencia de los servicios públicos y de los monopolios estatales para hacer creer que sólo un Gobierno de izquierdas se preocupará por la escuela pública; que lo que interesa a la escuela pública es que gobierne la izquierda.

Lamentablemente, muchos liberales han limitado su discurso a la defensa de la privatización del sistema educativo y de la libertad de los padres para educar a sus hijos sin intromisiones, con lo que han negado legitimidad a cualquier reforma que trate de introducir en la escuela pública principios liberales como el fomento del esfuerzo y la responsabilidad individual de los alumnos. La ausencia de un discurso liberal en la enseñanza pública ha dejado el camino libre a la perpetuación en ésta de la ideología socialista, que controla el conjunto del sistema educativo

Para abordar la mayoría de los debates actuales y cambiar el actual estado de cosas resulta insuficiente limitar el discurso liberal a propuestas como las privatizaciones o la educación en casa (homeschooling). Lo que verdaderamente necesita la escuela es que se potencien en su seno valores tan liberales como el esfuerzo, la responsabilidad, la eficacia y la transparencia en los resultados, y que los centros públicos vuelvan a ser instrumentos de promoción social.

Lo que falta en esta reflexión de D. Álvaro es que la derecha también ha contribuido a ello, pues, ya que citamos a Hayek, esta propensión es rasgo de los «socialistas de todos los partidos». Nada hay menos liberal que una concertación subvencionada, hallazgo del PSOE que los populares han explotado con creciente entusiasmo. El propio Vermoet así lo admite:

De acuerdo con el sistema actual, el Estado cubre la totalidad de los gastos de la escuela pública, a la cual asigna docentes en régimen de funcionariado. Como si se partiera de una demanda insuficiente, el Estado asume el gasto de los centros públicos con total independencia de los resultados que cosechen y de la elección de los padres. Hay, por otro lado, un régimen de conciertos, por el cual el Estado cubre los gastos (nunca del todo) de algunos centros privados, a condición de que las enseñanzas que impartan sean gratuitas (nunca lo del todo). La concesión del concierto es discrecional: no hay vinculación a los resultados o a la demanda, aunque sí se consigue someter los centros concertados a esa burocracia de la escuela pública moderna, o sea socialista.

Y no sólo eso, sino que muchos concertados seleccionan a sus alumnos aun cuando la ayuda estatal debería obligarles a observar los mismos criterios que los prescritos para los centros públicos. En este punto, sin embargo, conviene matizar una cosa: esta selección se produce también entre colegios e institutos estatales. De un lado, por la adscripción territorial. De otro, porque ciertos centros más afines a la línea oficial derivan a los alumnos problemáticos a otros de la misma zona, convirtiéndose estos últimos en una especie de lazareto escolar.

Como se ve, el liberalismo no implica necesariamente la privatización inmediata de la enseñanza (aun cuando sería el estado ideal de un liberalismo puro) pero sí la incorporación de ciertos principios y medidas liberales.

Vermoet propone el cheque escolar, por el cual el Estado abonaría directamente a las familias el dinero destinado a la educación de los niños en aquellos centros, públicos o privados, que tuvieran a bien elegir. El Estado debería exigir unos requisitos imprescindibles de homologación, fijar unos contenidos comunes, establecer evaluaciones externas y garantizar la transparencia de los resultados:

Veamos un símil: si el Estado quisiera financiar la alimentación de toda la población, podría o bien subvencionar supermercados a cambio de la gratuidad de ciertos productos, o bien dar una ayuda diaria por persona. El cheque escolar no pretende ayudar a los centros educativos, ni darles estabilidad ni seguridad. Pretende ayudar a las familias que, sin ese cheque, jamás podrían permitirse llevar a sus hijos a la enseñanza privada. Pretende igualar a pobres y a ricos a la hora de elegir colegio. Pretende, en definitiva, que los centros se tomen tan en serio la educación de los pobres como la de los ricos.

Sobre la evaluación y el valor de los títulos académicos, esto es lo que dice Vermoet:

En cuanto a los títulos académicos, los imparten entidades, públicas o privadas, que tienen derecho a evaluar directamente a cada alumno antes de otorgarle alguno. Esto es, desde luego, más eficaz que imponer requisitos a los centros, inspeccionarlos y luego confiar en su criterio para impartir las titulaciones. ¡Cuánto mejoraría la enseñanza si diéramos más libertad a los centros para gestionarse y controláramos desde fuera los resultados! Y no hay que olvidar que examinar a los alumnos sale más barato que contratar inspectores y funcionarios.

Hoy, muchos profesores se quejan de que las pruebas de diagnóstico no determinan nada, de que muchos alumnos ingresan en los institutos sin los conocimientos mínimos, y hasta se ha renunciado a una mejora económica porque la evaluación que podía aprobar tal incentivo dependía única y exclusivamente de los profesores evaluados. La evaluación externa confiere valor a los títulos y alienta la libre competencia entre escuelas, lo cual, en buena lógica, sólo podría redundar en un beneficio para el ciudadano que acude a estas instituciones.

En resumen:

La liberalización necesaria no pasa por la utópica privatización de toda la escuela pública, previa laboralización de todos sus funcionarios, sino por fijar claramente quién es el propietario de los centros públicos y permitirle gestionarlos con autonomía o privadamente, por devolver la autoridad –moral y legal– al profesor, por establecer un sistema de financiación como el cheque escolar y por generalizar las pruebas de evaluación externas y transparentes.

Este es el plan liberal, que ustedes pueden analizar con más calma en el correspondiente enlace. Un verdadero cambio, desde luego, pero también una apuesta por la libertad.

Y, ahora, que llueva.

Los programas educativos (IV): UPyD

El programa de UPyD es, de los examinados hasta ahora, el que más se acerca a las ideas defendidas en este blog y, creo, a las posiciones de los colectivos profesionales más críticos con el sistema educativo vigente. Como venimos haciendo, pondremos nuestra atención en cuanto concierne a la enseñanza no universitaria.

El apartado de Educación se abre con un diagnóstico certero de los males que afectan a la institución escolar. Se achaca la mayor responsabilidad del fracaso a unas “leyes fallidas”  y a la negativa influencia de…

… ciertas teorías pedagógicas que no valoran ni el esfuerzo, ni el aprendizaje, ni la excelencia ni la responsabilidad, y tienden a minusvalorar o ignorar la experiencia práctica de los docentes en beneficio de hipótesis sin suficiente fundamento empírico.

Diáfano.

El redactor del texto establece una conclusión que va más allá de las consabidas cifras de abandono educativo:

Una consecuencia de esta deriva es el empeoramiento del nivel de conocimientos, e incluso habilidades básicas, de un excesivo porcentaje de alumnos de secundaria que acceden a la universidad sin el nivel básico de comprensión de la lectura, interpretación y redacción de textos o conocimientos suficientes de matemáticas y ciencias.

Quien escribe el antedicho párrafo es consciente de que incluso quienes completan el Bachiller son rehenes de una formación precaria, algo que olvidan la mayoría de políticos, obsesionados como están con ajustarse a las estadísticas que prescribe Europa.

El programa denuncia, claro está, el escándalo de la inmersión lingüística y el afán disgregador y localista del entramado autonómico. Asimismo, reclama la recuperación de la disciplina, la autoridad y el esfuerzo, valores que coinciden con los expuestos en el programa popular.

 No falta el lamento jeremíaco por la escasa inversión, cuando el auténtico problema no es que se haya invertido poco, sino que se ha invertido mal.

En cuanto a las propuestas, se aboga por un sistema nacional unitario, de acuerdo con un plan de estudios básico que sea común a todos; el derecho a la escolarización en las lenguas maternas oficiales y la aprobación de un Pacto Educativo que garantice la estabilidad de la nueva ley por un período de al menos veinte años.

Asimismo, se reivindica la condición de autoridad legal para los profesores y una competencia leal entre pública y concertada.

Consecuentes con una tradición ilustrada, los responsables de UPyD pretenden una escuela laica, dejando abierta la posibilidad de que la educación religiosa se pueda impartir fuera del horario escolar y no sea evaluable. Sus palabras no se revisten del anticlericalismo trasnochado de Izquierda Unida, ni se dirigen al único y ancestral objetivo de las sotanas:

 Esta reivindicación es hoy en día, frente al auge de fundamentalismos religiosos, más urgente que nunca. Es ilógico educar en la igualdad entre sexos, y pagar a un profesor para que explique a los hijos de los musulmanes que la mujer es inferior. Es absurdo educar en la solidaridad y en lo bueno que es hacerse donante de órganos, y pagar a un profesor para que explique a los hijos de los testigos de Jehová que las donaciones de órganos son inmorales. Es disparatado educar en el respeto a la diferencia, y pagar a un profesor para que explique a los hijos de los católicos que la homosexualidad es una tara. En cualquier caso, la educación religiosa que pueda impartirse en centros públicos, de acuerdo con lo que pueda prever el Pacto de Estado por la Educación, se desarrollará fuera del horario escolar y no sería evaluable.

 En cuanto a la enseñanza obligatoria, seguiría extendiéndose hasta los 16 años, en dos itinerarios bien diferenciados:

a) un Bachillerato sólido y riguroso, considerablemente más largo que el actual y empezado a edades más tempranas. Se estudiará la posible instauración de dos controles externos, el primero al concluir la educación básica común, y el segundo, al acabar el bachillerato.

 b) Formación Profesional complementaria para quienes no deseen cursar ese bachillerato o prefieran formarse como técnicos especialistas, que tambiéndará lugar al título de educación secundaria al finalizar los estudios, de modo que haga posible el acceso a la universidad.

“Sólido y riguroso”, como debe ser. Pero, ¿cuántos años “más largo”? Si nos atenemos al adverbio, diríamos que obliga a que sean, al menos, dos. Por lo que estaríamos hablando de un Bachillerato que se iniciaría a los 14 y tendría cuatro años de duración: el modelo pre-LOGSE. Mi pregunta es: ¿tan difícil era concretar este aumento?

 Por otro lado, se propone acabar con la promoción automática, así como con la posibilidad de que se pueda pasar de curso con más de dos asignaturas suspensas.

En lo que respecta al profesorado, dos cuestiones básicas:

 1. Se plantea una reforma del acceso a la función docente, cuyo contenido se detalla por extenso en este enlace que Adrián Begoña incluyó en un comentario previo a esta entrada: http://manuelhernandez.upyd.es/2011/06/23/la-verdad-sobre-el-mir-educativo/

 2. El punto número 12, que copio íntegro:

 Deben racionalizarse los criterios de reconocimiento de méritos para acceder a plazas de profesorado, que deben basarse en la excelencia académica. La oposición ha de ser libre, y todos los aspirantes han de disfrutar de igualdad de condiciones, sin valorar la veteranía laboral o la recepción de cursillos por encima de méritos académicos superiores, como el doctorado, las publicaciones o la participación en actividades culturales de alto nivel. Además, se debe poder acceder al cuerpo de Catedráticos de Instituto directamente, a través de una oposición libre. La formación del profesorado ya en ejercicio ha de ser, en mayor medida de lo que es ahora, competencia de las universidades. Se ha de procurar restablecer el puente que existía anteriormente entre la universidad y los institutos, cuando muchos prestigiosos catedráticos de la primera lo habían sido antes de los segundos.

 En resumen, el programa de UPyD se aproxima mucho a lo que entendemos ha de ser el espíritu de una auténtica reforma educativa, pues se concibe el conocimiento, y no las pamemas psicosociológicas, como el eje indispensable sobre el que ha de girar la vida en la Escuela. Aunque con excesiva prudencia, se plantea el objetivo de que los institutos recuperen su función de escala hacia los estudios universitarios. Asimismo, se propone establecer controles externos que verifiquen la excelencia perseguida. Excelencia y calidad que se extiende a los profesores, entendidos ya no como animadores socioculturales sino como depositarios de un saber que debe ser transmitido.

Como objeciones importantes, se me ocurren varias:

–          La falta de concreción en algunos aspectos fundamentales, como por ejemplo la duración del nuevo Bachillerato.

–         La clamorosa omisión de la Primaria tanto en los diagnósticos como en las propuestas, sin cuya revisión cualquier reforma es, exactamente, un castillo de naipes.

–          De esta omisión se sigue que no se contemple la posibilidad de un control externo tras la Primaria.

–          La vaguedad de esos “controles externos”. ¿Serían meras pruebas diagnósticas o tendrían carácter vinculante?

–          La falta de un “tercer itinerario”, al modo alemán, para aquellos alumnos que no están capacitados ni para la Formación Profesional ni para el Bachillerato.

Concluyendo: el texto es mejorable, pero lo cierto es que la música suena bien. Mucho mejor, al menos, que la del resto de programas analizados. Está escrito en un español inteligible, y no en esa jerigonza crepuscular de predicadores emogenéricos que tanto abunda. Sería interesante comprobar hasta dónde estaría dispuesto a llegar este partido si algún día se hiciera con el poder.

 Pero, como decía Abraracurcix, “eso no va a ocurrir mañana”.

Los programas educativos (III): IU.

El programa educativo de IU es, por decirlo en corto, una especie de LOE Non plus ultra que concibe la Escuela como un centro de asistencia social y una suerte de comuna igualitaria.

En primer lugar, aboga por extender la obligatoriedad formativa hasta los 18 años, lo que exacerbaría el problema de los “objetores escolares”. Reclama, asimismo, un incremento de la inversión, sin admitir que ciertas partidas presupuestarias, por más que se dediquen a la enseñanza, no dejan de ser un gasto innecesario o un simple reclamo populista. Las buenas intenciones llevan a exigir una ratio máxima de 20 alumnos por aula, consagrando el principio logsiano de que si el sistema no ha llegado a funcionar como debiera es por la falta de recursos, económicos y humanos. La filosofía gestora es la del Gratis Total, como si la crisis no existiera y cada euro educativo fuese una semilla de prosperidad indubitable.

La revisión de los “Marcos curriculares” (juro que, al escribir este sintagma, me he hecho sangre en los labios) no pasa tanto por identificar las causas de la irrisoria formación académica de nuestros alumnos como por “incluir la perspectiva de género”:

Revisión de los Marcos Curriculares incluyendo la perspectiva de género: reconocer la importancia de los trabajos realizados tradicionalmente por las mujeres. Profundizar en el control de los contenidos de los libros de texto para que no generen actitudes sexistas. Introducir contenidos curriculares de género en los programas de formación del profesorado. Potenciar proyectos coeducativos en los centros. Desarrollar programas de formación de padres y madres. Educar en la afectividad y en la sexualidad como elementos imprescindibles para la convivencia entre hombres y mujeres.

Nada que sorprenda, puesto que en un documento de su página web se habla del feminismo como “eje vertebrador y transversal de nuestra política de transformación” y se afirma que el capitalismo asienta sus bases en un “heteropatriarcado” responsable de las mayores sevicias. Es notable que los defensores de la mujer vacíen el cargador sobre el modelo de sociedad que más ha contribuido a la igualación de derechos y no dejen en la recámara ni un perdigoncillo para los países regidos por la sharia. Parece, pues, que la pretensión de IU no es que se garanticen los derechos sancionados por la Constitución, sino moldear la Escuela a partir de un anticapitalismo de género. La insistencia en este punto es casi desesperada:

Potenciar la educación en igualdad mediante programas de igualdad, que supervisados por el servicio de inspección educativa, oriente en este sentido los materiales curriculares, la organización de los centros y las prácticas del profesorado.

 Inclusión de una materia específica sobre igualdad entre hombres y mujeres, como medida de prevención de la violencia de género, en los planes de estudio de formación inicial y permanente del profesorado y de otros profesionales relacionados con la educación (trabajo social, educación social, mediación intercultural, etc.).

Velar por que todos los centros educativos respeten la diversidad afectivo-sexual, promoviendo una educación sexual que supere los contenidos heterosexistas actuales y ofreciendo a todos los profesionales y a las AMPAS programas de prevención de la LGTBfobia.

Un control férreo, como ven. Ya se pueden imaginar: lenguaje no sexista (y, por tanto, libros hipertrofiados con estúpidas redundancias de género), paridad über alles (lo que favorecería la cuota masculina) y talleres psicodramáticos en los que abjurar de los andrógenos y el modelo productivo patriarcal.

Muchos de los puntos inciden en la “atención a la diversidad” y la “compensación educativa”, viejas medidas logsianas que, por su propia índole paternalista (o maternalista, que cualquiera sabe) han contribuido a todo lo contrario de lo que pretendían. No están ausentes otros mantras: multiculturalidad, inclusión, transversalismo, etc.

La Escuela debe llenarse de mediadores, educadores y trabajadores. Todos ellos sociales, claro. Puesto que lo secundario es estudiar, lo primario consiste en tener a la tribu controlada y predispuesta para la doctrina. Mucha tutoría, mucha orientación, mucha Escuela de Padres.

Como única medida estructural, y no cosmético-ideológica, IU propone acabar con la repetición de curso. Como dijo el Capitán del Titanic: ¡Adelante, adelante!

En todos los programas se detectan deliciosas contradicciones, pero el de IU se lleva la palma:

El uso y abuso de los conciertos educativos, cuyas prácticas selectivas del alumnado se han tolerado, cuando no fomentado, han dado lugar a dos redes de centros educativos financiados con dinero público con un alumnado claramente diferenciado. Una, la formada por los centros de titularidad pública, abocados a convertirse en una red asistencial dirigida a los sectores más desfavorecidos, y otra, los centros privados concertados cuyo peso es cada vez mayor.

Aun llevando razón en la nada liberal competencia de los conciertos educativos, los redactores no parecen advertir que el modelo propuesto por su partido para esa red única de centros públicos está diseñado exactamente como una “red asistencial”, donde el conocimiento juega un papel tan ridículo que apenas se menciona.

Igualmente resulta entrañable su compromiso por una “educación laica libre de adoctrinamiento”, aunque sólo sea porque en realidad ambicionan revocar los dogmas eclesiásticos para imponer su propia ortodoxia igualitarista, transgenérica y mercadofóbica: nuevos ídolos en altares añejos.

Como no podía ser de otro modo, el cuerpo de profesorado también ha de ser único, sin distingos de clase y con una fuerte base pedagógica que, suponemos, comparta la naturaleza pétrea e inmarcesible de un esplendente axioma. Como caramelos apetecibles para el votante docente se vindica una jubilación a los 60 años, 15 horas de docencia semanal y estabilidad “universal” de los interinos.

Asimismo, se refuerza el papel de los sindicatos, se habla de directores “motivadores y comunicativos”, se exige adoptar medidas para el acceso de las mujeres a los puestos directivos (¡!), como si lo tuvieran vedado en razón del algún impenetrable designio. Más poder para los Consejos Escolares:

Impulsar la participación de la comunidad escolar en planificación educativa, potenciando el asociacionismo y el papel de los Consejos Escolares de centro, municipales, de distrito, de las Comunidades y del Estado.

Y del Cosmos, ¿por qué no? Extiéndase a Hospitales, Tribunales de Justicia y Ministerios, ya que los profesionales que el Estado contrata y paga son unos inútiles de tomo y lomo.

Para rematar, además del becerro dorado 3.0 (y yo, que casi no me he enterado del 2.0…) se insiste en la importancia de la autoevaluación de los centros, aunque uno estaría tentado de pensar que el examinado será bastante generoso consigo mismo. Pruebas de diagnóstico, Competencias Básicas y, en fin, taza y media de lo que ya tenemos y que tantas alegrías nos ha proporcionado.

¿O no?

El programa, aquí:

IU

 

Los programas educativos (II): PSOE.

El programa educativo del PSOE, como cabía esperar, es la reafirmación orgullosa de un sistema malogrado. Apenas hay aportaciones nuevas, y, desde luego, ninguna que pudiera contribuir a una mejora efectiva. Si el programa del PP exprime el campo semántico de la meritocracia, los socialistas se refocilan en el igualitarismo y la socialización.

El primer compromiso pasa por invertir más dinero, lo cual sirve para alimentar la leyenda urbana de que la LOGSE es un maravilloso paradigma que si fracasa es sólo por falta de recursos económicos. Que el PSOE no piensa tanto en términos académicos como socializantes lo demuestra el hecho de que una de las prioridades señaladas en primer lugar sea la coeducación. El redactor del texto lo expresa de un modo singular:

El sexismo y los comportamientos violentos se aprenden desde la infancia por lo que la población diana para trabajar en igualdad debe ser la infancia y las instituciones socializadoras por excelencia: la escuela y las familias. La formación y sensibilización de estos agentes es clave para que la infancia crezca en valores de tolerancia, igualdad y respeto. Para lograrlo es necesario garantizar que no exista separación entre niños y niñas en todos los centros financiados fondos públicos.

Esto de la población diana no es la mejor metáfora posible, pero sí muy ilustrativa del sostenella y no enmendalla socialista. Más risible es establecer una relación causa-efecto entre la educación diferenciada y la violencia sexista, lo que deja ver que la voluntad del socioingeniero no es tanto prevenir ciertas actitudes como imponer su particular visión del mundo.

Como en el programa popular, los socialistas dan una gran importancia a la selección y formación del profesorado. Se incluye la rubalcabiana idea del MIR docente, que, sobre el papel, se parece mucho a los actuales períodos de prácticas. De estas intenciones se colige que lo esencial no es tanto la formación científica como la pedagógica, lo que concuerda con el catecismo logsiano de que lo importante no son los contenidos sino los procedimientos. Por otro lado, los sistemas de evaluación fomentarán la deliciosa paradoja de que los “mejores” maestros serán recompensados con su alejamiento del aula:

El sistema de evaluación permitirá identificar a los mejores docentes, los cuales serán incentivados para ingresar en el grupo de profesores de apoyo, desde el que realizarán tareas de orientación y asesoramiento en los centros con mayor índice de fracaso escolar, además de coordinar el funcionamiento de las aulas de refuerzo en dichos centros y participar en el diseño e impartición de los programas de formación permanente del profesorado.

Pese a que continuamente se nos repite la matraca de que la evaluación del alumno no ha de ser resultadista, el PSOE modifica ese criterio cuando se trata de valorar la actuación de los centros:

Con ese fin estableceremos, en el marco de convenios con las respectivas Comunidades Autónomas, contratos-programa con los centros que fijen objetivos específicos para mejorar el rendimiento, tanto en las tasas de éxito escolar como en las de continuidad en estudios postobligatorios. Los contratos-programa deberán explicitar los compromisos de los centros para mejorar sus resultados y los recursos que deben aportar las administraciones. Impulsaremos la autonomía real de los centros para que puedan alcanzar los objetivos de mejora específicos previstos en los contratos-programa e implicaremos a las Comunidades Autónomas en su desarrollo a través de los oportunos convenios.

Aquí sí se tasa, vaya que sí. Y el modo que ha tenido el PSOE de favorecer estos resultados y maquillar las penosas estadísticas de fracaso escolar ha sido rebajando los niveles de exigencia y premiando económicamente un mayor índice de aprobados sin pasar por la criba de los controles externos. No parece que este modus operandi vaya a sufrir cambio alguno.

El entramado LOGSE se mantiene tal cual, con los mismos lastres de los últimos veinte años: promociones automáticas, comprensividad, competencias básicas, y bachillerato mínimo. Bachillerato que, según se dice, será “flexible”; esto es, el alumno podrá matricularse de asignaturas, “completándolo en el número de años que requiera, según sus posibilidades.”

Otras apuestas son el bilingüismo, las becas-salario, la participación de las familias, la inculcación de hábitos saludables, los recursos comunitarios y la mediación cultural; siendo así que la Escuela queda dibujada como un gran centro de asistencia social.

No falta la mención a la Escuela 2.0, que, se dice, nos ayudará a cambiar nuestro modelo productivo. Lo que no aclara es si lo harán las máquinas por sí solas o se precisará de algún homínido que las maneje.

En resumen: Nada nuevo bajo el Sol. El PSOE se muestra satisfecho de sus éxitos, lo cual que estaría bien si no fuera porque tales logros consisten en haber aniquilado la formación de varias generaciones, pasadas y futuras.

Aquí, el programa:

PSOE

Los programas educativos (I): PP.

Iniciamos una serie de entradas en las que trataremos de desmenuzar los programas electorales de los partidos con más opción de voto, empezando por el que, con bastante probabilidad, saldrá vencedor en el escrutinio.

Ya podemos afirmar, pese a toda la prosopopeya de sus grandes palabras, que el PP no va a cambiar nada sustancial en materia educativa. No, al menos, si tomamos como referencia su programa electoral. Por ceñirnos a la enseñanza obligatoria, las medidas de los populares oscilan entre la retórica (en ocasiones, indistinguible de la de sus adversarios políticos) y la tibieza gatopardiana: que todo cambie para que todo siga igual. El modelo actual no sufrirá, en principio, más cambios significativos que el de un Bachillerato ampliado en un año. Año que, para colmo, se califica como “de iniciación”. O sea: 4º de la ESO.

Aparte de ESO, todo el edificio se mantiene casi intacto, con la cosmética populista y bienintencionada que también es cara a los socialistas: formación del profesorado, incentivos, autonomía organizativa, bilingüismo y TIC. Conceptos que, sin ser negativos per se, constituyen un brindis al sol mientras no se modifiquen las estructuras académicas y los discursos pedagógicamente correctos.

En el programa pepero también hay atención a la diversidad, competencias (acaso básicas) y directores plenipotenciarios. Pero lo más grave es lo que falta. En ningún momento se anuncian medidas para remediar el fracaso, no constatable en las estadísticas, de la enseñanza primaria. Los asesores áulicos no parecen haber advertido el gran agujero que los informes PIRLS detectan con crudelísima precisión. Se habla de una mayor “flexibilidad” en secundaria, pero de una forma vaga y etérea que no presagia nada bueno. Las menciones a la “diversidad” y a las “competencias” nos hacen pensar que el modelo comprensivo, completamente fracasado, seguirá campando por sus respetos en la muy baqueteada institución escolar.

De modo que los institutos seguirán siendo cualquier cosa menos lo que nunca debieron dejar de ser: centros de estudio como preparación para la etapa universitaria. En ESO se queda la “excelencia” pregonada por los populares.

Hay, sí, mucho rollito bilingüe y neotecnológico, pero ESO también lo tenemos ahora y no ha cambiado un ápice la miseria intelectual que prevalece en los institutos. Reconocimientos inflamados de la autoridad profesoral, pero también la cantinela de que tales entes de prestigio deben “actualizarse” para hacer frente a las “nuevas realidades”.

Miedo me da.

Introducción

Ideas-fuerza: Excelencia, mérito, exigencia, competencia, calidad, esfuerzo, autoridad. Palabras que la LOGSE/LOE ha desterrado o, simplemente, contribuido a su conversión en flatus vocis, significantes vacíos.

Buenas intenciones: libertad de elección, oferta educativa plural, desideologización de la escuela pública, libertad lingüística, potenciación de la FP, transparencia y rendición de cuentas.

Frases que aconsejan prudencia:

El elemento central para garantizar un sistema educativo de calidad es el profesorado, cuyo prestigio y autoridad se han visto socavados en el modelo actual. Además, la adecuación a las nuevas realidades obliga a mejorar su selección y proceso formativo con un modo de acceso a la carrera docente que subraye su carácter de cuerpo nacional.

No porque no sea cierto, sino porque incide en una idea muy cara a sus antagonistas – que los profesores no están a la altura de lo que se espera de ellos – al tiempo que incurre en una contradicción. Si es el modelo vigente lo que ha socavado su prestigio, habrá que empezar por cambiarlo y comprobar si, con semejante muda, el personal contratado se aviene mejor con las «nuevas realidades».

Falta un modelo educativo que mejore la adquisición de conocimientos y competencias de los alumnos

Me da en la nariz que los populares van a prolongar el camelo de las famosas Competencias Básicas, pura jerga vacía de todo contenido y de inconfundible aroma logsiano.

Sistema educativo

Además, la autoridad del profesorado no es respetada y su modelo de selección y formación debe ser actualizado.

Esta parece ser una de las mayores prioridades, objetivo en el que coinciden con el PSOE. Pese a ser uno de los cuerpos de funcionarios que más horas dedica a la formación, los profes deben actualizarse más que un Anti-Virus. Mucho nos tememos que la cohorte pedagógica que vegeta en los CEPS a expensas del contribuyente va a seguir dispensando recetas didácticas a quienes pisamos el aula cada día. Veremos.

Incrementaremos las competencias de los equipos directivos favoreciendo la profesionalización de la dirección y gestión de los centros, de manera que puedan abordar con mayores capacidades los retos que supone una mayor autonomía organizativa. Apoyaremos especialmente a los centros que escolarizan alumnado en situación de desventaja social, promoviendo iniciativas específicas dirigidas a reforzar el nivel académico y cultural de estos alumnos. Impulsaremos la mejora de la atención educativa a la diversidad para alumnos con necesidades de apoyo educativo.

Más tufillo comprensivo y loesiano. Ese incremento de competencias directivas y de autonomía gestora nos ha traído el ROC en Andalucía: un disparate no tan caprichoso como para ocultar su objetivo de dinamitar de una vez por todas las enseñanzas medias. La famosa autonomía, como se explica en otras entradas, no ha sido más que una excusa para aumentar el trajín burocrático y favorecer un control más férreo de las voces disidentes. Cuidado.

Medidas

La educación obligatoria se mantiene hasta los 16 años. Eso sí, con una organización «más flexible» de la secundaria. Por desgracia, tal flexibilidad no alcanza para implantar un Bachillerato más serio que la broma en curso. Tres años, uno de ellos de «iniciación». Otra oportunidad perdida para devolver a los institutos la función que nunca se les debió arrebatar: la de ser una preparación rigurosa de los estudios universitarios. Y, por cierto, ¿qué demonios significa «iniciación»?

Pretensiones de bilingüismo masivo, cómo no, en un país donde, como se sabe, todo el mundo habla inglés por los codos.

Selección del profesorado en razón de los expedientes académicos, el mérito y la capacidad. Dicho así, no suena mal. Asimismo, reconocimiento del docente como autoridad pública e introducción de incentivos. Si se van a meter en este fregado, que conserven en su memoria el Programa de Calidad andaluz, más conocido como Orden del Soborno. Sin evaluaciones externas, tales incentivos se convierten en soldadas a cambio de aprobados, y la mejora en puro humo.

Establecimiento de una carrera docente. Bien.

Pruebas externas públicas, aunque no vinculantes. Divulgación de los resultados por centro. Más incentivos.

Creación de centros especializados en un ámbito: lingüístico, artístico, científico, etc.

Sustitución de Educación para la Ciudadanía por otra asignatura que enseñe los valores constitucionales.

Programa completo:

PP

Sindicalia (V)

Miércoles, 26 de octubre.

 

Hoy he visitado la zona de Pino Montano: IES Albert Einstein, IES Julio Verne y el mismísimo IES Pino Montano. He ido por mi cuenta, pues Ángel y Begoña habían decidido emplearse a fondo en el vasto territorio de Dos Hermanas.

Hoy era también el día elegido por la maquinaria socialista para repartir propaganda a la puerta de los colegios. Por lo que se ve, el video del niño pera y la mucama proletaria les sabe a poquito, así que han señalado en rojo esta fecha de su calendario preelectoral para apostarse en las vallas y muretes de las escuelas. Me hubiera gustado coincidir con alguno de estos simpáticos nuncios del éxito educativo, pero se ve que sólo les interesan los extremos (del horario escolar). Esto es, la entrada y la salida. Al fin y al cabo, de entrar o salir del poder es de lo que se trata, y para otras finuras y ocurrencias ya estamos los mondos y lirondos ciudadanos.

Me pregunto si se habrán presentado con gabardina desabotonada y gafas negras, o si acaso la impedimenta del exhibicionismo más grosero ha progresado en sintonía con los logros de nuestra Feliz Gobernación. Tiempos nuevos traen nuevas costumbres, y quizá lo que se lleva ahora ya no son los caramelos de fresa y la llamada jadeante detrás de un improvisado parapeto. Ahora es el tiempo del díptico hipócrita y la adulación al votante silvestre. Fuera caretas:

Tan aplastante competencia, lejos de amilanar a este visitador, lo estimula. Sus folletos y adhesivos son más modestos, en número y calidad de imprenta, pero no le cuestan nada al contribuyente y tampoco persiguen la connivencia institucional para pisar moqueta o llevar a sus hijos al Instituto Británico o al Colegio Estudio. Por lo demás, son mucho más divertidos:

 Hablando de mercaderías, lo primero que llama mi atención a la puerta del Albert Einstein son tres pares de botines (zapatillas de deporte, para los de fuera de Andalucía) que cuelgan de los cables del tendido eléctrico, muy cerca del muro que separa el instituto de la calle. Este singular mobiliario urbano suele significar que ese es punto de venta de drogas. Aunque quizá no hay para tanto y sólo sea indicio de que los chicos de la CEJA han estado aquí traficando con su género bobo. De ser así, un tropel de conmilitones habrá llegado descalzo a casa.

La visita es provechosa, porque coincide con un cambio de clase y los compañeros se muestran curiosos con mi particular mercancía. Todos se llevan su pegatina brujeril y una copia del Manifiesto. El tablón sindical está en el pasillo, y compruebo con alborozo que nadie ha hollado aún este paisaje lunar. Así que empapelo el corcho mientras canturreo una antigua canción porteña:

Te adhieres a una causa cada día,

siempre que se presenta la ocasión.

Cómo te he de decir que esto no es vida,

que mi causa está perdida

casi tanto como yo.

De allí me encamino al Julio Verne. Como no acabo de encontrar el edificio, decido preguntar a dos trabajadoras de la limpieza que han hecho una paradita para fumarse un rubio. A medida que me acerco, noto que una de ellas me mira con indisimulado terror. Y el caso es que hoy no me he puesto la camiseta de Napalm Death, sino que visto una chaqueta de pata de gallo y camisa gris. Apurando la última calada, me pregunta:

–          Ay, Dios. ¿No será del Control de Calidad?

Entonces comprendo que lo que la ha asustado ha sido, precisamente, la formalidad de mi indumentaria, tanto como el hecho de acarrear un maletín y una rolliza carpeta. Como se ve, el pánico al papeleo y a la inspección administrativa es universal.

–          No, para nada. Sólo quería saber dónde está el Instituto Julio Verne.

–          Ay, chiquillo, menos mal… Bueno, mira, ¿ves aquel edificio rojo?

En el Julio Verne me encuentro a mi amiga R, que está al borde del colapso. Mientras nos contamos nuestra vida, ella no deja de correr de un lado para otro. Escudriña su casillero, repasa los tablones, fotocopia la orden del día del Claustro vespertino. Todo un work in progress.

–          Ni te imaginas la cantidad de papeles que tengo que rellenar.

Huelga decirlo, la muchacha es tutora.

–          Sí me lo imagino. Menos mal que con el ROC decían que iban a eliminar la burocracia inútil.

–          Pues yo cada vez tengo más trabajo. No sé ni cuándo preparar las clases. (A otro compañero que está leyendo la prensa). ¡Manolo! ¿Tú tienes una copia del Orden del Día?

–          ¿Hoy tenéis claustro?

–          Sí… Gracias, Manolo. Mira: ¡dieciocho puntos! ¿Qué dejarán para ruegos y preguntas?

–          Veo que hay uno sobre el Programa de Calidad. ¿Aquí se aprueba? El Plan, digo.

–          No sé, llevo sólo unos meses aquí… ¡Manolo! ¿Aquí se aprueba el plan de calidad ese? (Manolo niega con la cabeza). No, no se aprueba.

–      Por si acaso, voy a dejar unas cuantas pegatinas… Oye, ya he visto esta pantalla de plasma en otros claustros. ¿Qué se emite? ¿”Saber vivir”? ¿”El club de las ideas”?

–          No me preguntes, porque no lo sé. Desde que estoy aquí está siempre apagada. ¡Elena! ¿Tú sabes para qué sirve el pantallón este?

–          Pues creo que es como un teletexto. Para dar avisos, y cosas así. Pero no funcionará hasta que designen un Coordinador.

Me vuelvo hacia donde está Elena:

–          Ah, pero, ¿esto también se coordina? Y, ¿cuántas horas de reducción tiene?

Como veo que no le hace gracia el chiste, desconecto el modo saleroso. Mejor luego le doy una pegatina.

Después de un rato, mi compañera R recibe una visita sorprendente. No es un alumno, ni un padre, ni otro antiguo compañero de fatigas. Ni siquiera es el Inspector. Son dos policías nacionales.

–          Un alumno de mi tutoría – me informa – Una agresión. Y al otro sólo se le ocurre fumarse un porro. Precisamente hoy.

–          ¿Qué pasa hoy?

–          Pues que ha venido la Policía a dar una charla. Sobre el consumo de drogas…

La dejo con los policías, rellenando más y más papeles. Me da rabia que una persona tan trabajadora y brillante deba perder su tiempo en levantar acta de la Nada. Que todo te vaya bien, querida R.

Acabo la jornada en el Pino Montano. Aquí trabaja mi buen amigo E, insigne músico de jazz, pero una compañera afecta a nuestra causa me dice que ya se ha ido. In ictu oculi, la sala de profesores se queda vacía, hasta el punto de que un muchacho, tomándome por uno de sus profesores, me pregunta dónde está el de Música.

–          Se ha ido – le anuncio, solemne.

–          Ah, vale. ¿Y sabe si volverá?

–          Tarde o temprano, hijo, tarde o temprano.

Claveteo mis cosas, tratando de abrirme un hueco entre pasquines del 15-M, calendarios gigantes y cursos de resolución de conflictos.

Salgo a la calle. Juraría que aquel tipo del semáforo se está tocando los dípticos de un modo testicularmente obsceno.

“Corre, hija, corre…”

Vale.